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Milagro

abril 18, 2014 7 Columnas, La Lola se va a los puertos, Lo Ultimo 2 comentarios

¡Aquí Macedonia! La de frutas no, mujer,  la de Alejandro Magno. La de verdad. O al menos eso te dirá cualquier griego, que se niegan que llamen de la misma manera al país limítrofe, que ellos llaman FYROM (Former Yugoslavian Republic of Macedonia).

La lola

La lola

Nos hemos venido a pasar la Semana Santa a un pueblito de lo más pintoresco, que se llama Perivoli.

Antes de salir de Atenas, ya cumplimos con la primera tradición, que fue comprarles a los niños unas velas. Me había llamado a mí la atención que de repente en todos los comercios apareciesen montones de velas adornadas de las más distintas maneras, con motivos infantiles y entonces me enteré de que aquí la costumbre es que el padrino de bautismo le compre la vela al niño (además de zapatos, no me preguntes por qué). Como los nuestros nos pillan un poco lejos (los padrinos, no los zapatos), pues los hemos suplido nosotros.

El programa de actos tradicionales ya me lo habían contado algunas amigas que ya has pasado aquí varias Pascuas. Es el siguiente:

Lo primero: las velas negras. Bueno, negras, negras, no son. Son tostaditas.  Se llevan el Viernes Santo  (aquí Megali Paraskeví, o Viernes Grande) a la procesión del epitafio, que no es ninguna inscripción en una lápida, como te habrás pensado, sino un icono que sacan por las calles. Los ortodoxos no veneran imágenes, así que nada de cristos crucificados ni vírgenes de los siete puñales. Muy austeros ellos. El icono, y vas que chutas. Y todos detrás con las velas negras.

El sábado (Megalo Sábato),  día de estar tranquilitos y echarse la siesta porque hay que ir a las doce de la noche a la iglesia. O sea, como la misa del gallo, pero en Semana Santa. Claro, a las doce ya es Domingo de resurección, y entonces hay que llevar las velas blancas (y los niños las suyas historiadas), para recoger el fuego nuevo.  Con ese fuego (que se pasan unos a otros), se simboliza el incio de una nueva vida. Todo el mundo se vuelve a casa con las velas encendidas, y en el quicio de la puerta se traza una cruz tres veces con el humo del fuego nuevo en cuestión, mientras estallan fuegos artificiales en todos los pueblos.

Y una vez dentro de la casa: fiestón. Como se supone que han estado cuarenta días sin probar la carne, ni el aceite, ni ningún alimento rico en proteínas, pues se prepara una cena con todo de lo que han carecido durante ese periodo, siendo el plato tradicional lo que llaman la «Maguiritza», que es como una sopa con carne y de todo que no se yo cómo son capaces de comérsela a la una de la mañana, porque entre que coges el fuego, vuelves a casa, haces las tres cruces, y te pones a la mesa, antes no es.

Y luego ya el domingo, la fiesta del cordero. Todo el mundo a preparar el rescoldo en el que se asará el cordero, que por lo visto huele toda Grecia que alimenta. Y además de poner el cordero a asar entero en una barra, también ponen todos los órganos  y los rodean con los intestinos (previamente lavados), que viene a ser como nuestros «zarajos», pero que aquí los llaman «Kokoretsi». Y a ponerse ciegos. Y a romperse los huevos. Si, no me he vuelto loca ni tampoco soy una soez. Otra de las tradiciones es coger huevos cocidos que previamente han pintado de rojo y chascarlos unos contra otros por los extremos, en una suerte de competición que gana el que ha logrado chascar más extremos de huevos sin que se les rompan las suyas.

Pero de todas estas tradiciones a cumplir, a mi la que me tiene loca es la del fuego nuevo. Y es que me he estado documentando un poco sobre el protocolo que se sigue en Tierra Santa, no te creas. Te cuento: la llegada del fuego divino se considera uno de los milagros más importantes de la fe ortodoxa. Según ésta, todos los años, en el mismo día (el día de la resurrección, que no coincide con el mismo día del año porque sigue el calendario Juliano, por eso muchas veces no coinciden con la semana santa católica), en la cueva donde se supone que fue enterrado Jesús, se enciende milagrosamente un fuego mientras que el Patriarca de la iglesia ortodoxa permanece dentro, esperándolo. Llega de la nada y no tiene origen terrenal, según dice el Patriarca, e incluso afirma en una entrevista que he leído,  que es tan especial que ni siquiera quema, porque él nunca se ha quemado la barba (luego, una vez fuera, será otra vez milagro, digo yo, sí que quema, porque se somete el santo sepulcro a altas medidas de seguridad contra el fuego). Nadie más puede entrar, nadie más lo ve, sólo saben que al cabo de un rato (el fuego suele llegar alrededor de la una de la mañana), el pope sale con el fuego en una vela y dice algo así como “es válido”, y entonces todo el mundo se pone muy contento y espera a que el sagrado fuego llegue a sus velas, algunas de ellas con 33 mechas en conmemoración de los años que pasó en la tierra el finado.

En todas las fuentes consultadas (reconozco no haber hecho una búsqueda demasiado exhaustiva, pero unas 15 páginas web si que he visitado) se habla de la expectación que produce la llegada del fuego y cómo los altos jerifaltes de las iglesias cristianas orientales se aprestan a expandir el nuevo fuego. Incluso se dice que “vuelos especiales aguardan para llevar el fuego nuevo a Grecia y los demás países cristianos ortodoxos”.

Preciosa costumbre, no te digo yo que no. El problema con este protocolo, sobre todo cuando se tienen niños , son los horarios. El sábado santo hay que esperar hasta que de las iglesias salga el fuego nuevo para poder encender las velas y compartir con los demás el saludo tradicional: Jristos Anesti (Cristo ha resucitado), al que se contesta Alithós anesti (verdaderamente ha resucitado… aunque algún juerguista suela salir con un “¿otra vez?) yo, de todo esto, a no ser que me lo escriba en una chuleta, no me voy a acordar ni de coña. 

Y además, a poco que se haga un cálculo, si la llama se enciende en Jerusalén aproximadamente a la una de la mañana (tienen la misma hora que Atenas), se entretiene un poco encendiendo velas aquí y allá, y luego tiene que partir en un vuelo especial a Grecia para poderlo distribuir entre las miles de iglesias ortodoxas. ¿A qué hora puede estar entregando el fuego sagrado un pope en una pequeña iglesia de, por ejemplo, la provincia de Macedonia?

Bueno, pues dejadme deciros que el milagro de Jerusalén se queda pequeño si se compara con lo que va a ocurrir en algunas de las iglesias de la zona donde voy a vivir yo la  semana santa. Porque cuando pregunté en la recepción del hotel que a qué hora eran todos los eventos, el buen hombre consultó los horarios distribuídos por la iglesia del pueblo y me dijo: «Aquí el fuego saldrá más o menos a las 9 de la noche». O sea, pensé yo, ¡más de cuatro horas antes de que se materialice en Jerusalén!

¡Milagro griego!, exclamé toda exaltada. ¡El fuego llega a la tierra de Alejandro incluso antes que a la de Jesucristo!. Pues no hija: recortes. Resulta que no hay suficientes curas para tanto pueblito diseminado, y el pope de la comarca tiene que ir, en este caso, casi más «apagando fuegos», más que encendiéndolos para poder cubrir todas las misas.

Que manera de cargarse un misterio, oye. A ver cómo les mantengo yo la fe a los niños. ¡Kaló Pasja!

Lola Larreina para AtenasDigital.com.

Hay 2 comentarios en esta entrada:

  1. O. dice:

    La verdad., que de cosas se aprenden contigo!!!! Espero disfrutes mucho con tu familia de la Semana Santa ortodoxa!!!, un beso lola

  2. maria jose dice:

    ull que bien, ahora me he enterado de como llega el fuego a las iglesias ¡¡¡¡¡

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