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Cuatro décadas después de la dictadura, Grecia siente desprecio por los políticos

julio 23, 2014 1 Política, 4 Sociedad, Lo Ultimo No hay comentarios

Ingrid Haack. Atenas, (EFE).- Cuarenta años después de la caída de la Dictadura de los Coroneles, Grecia vive una crisis de identidad, con una economía devastada y una sociedad defraudada con políticos que en las últimas cuatro décadas se han ido alternando en el poder.

La dictadura griega duró siete años, tras los cuales los militares cedieron el poder a las fuerzas democráticas y lo primordial fue la recuperación de las libertades ciudadanas.

«Fue un cambio revolucionario. De repente todo estaba permitido y podíamos comprar un periódico de izquierdas sin tener que esconderlo. Se podía soñar en voz alta. Fue una sensación de libertad que desconocíamos, aunque acompañada todavía del miedo a que todo pudiera acabarse de golpe y a que la Junta pudiera volver». Así describe Konstantinos Efstathiadis, un jubilado de 69 años que vivió de cerca todo el proceso, a Efe los sentimientos generalizados de la época.

En el plano político, el cambio más visible fue la legalización de los partidos y el procesamiento de la Junta. «La detención y condena de la Junta pudo satisfacer el deseo generalizado de que se haga justicia, pese a que la mayor parte de los responsables quedaron impunes», explica a Efe el periodista y polítilogo Petros Stangos, encarcelado por la Junta por su lucha contra la dictadura.

Según Stangos, «la legalización del partido comunista, además de ser un reconocimiento simbólico de la lucha antifascista de toda la izquierda, significó también una autocrítica por parte de los partidos tradicionales, los vencedores de la guerra civil que habían prohibido el PC décadas antes de la dictadura».

Con la victoria del socialista Andreas Papandreu en 1981, se instaló la era del bipartidismo y durante las siguientes décadas los conservadores de Nueva Democracia y los socialdemócratas de Pasok fueron alterándose en el poder, instalando un sistema de enchufismo que alimentaría el desprecio de los ciudadanos hacia su clase política.

«Para los ciudadanos el Estado significaba dos cosas: por un lado, era el enemigo que los perseguía y exprimía, y al mismo tiempo era el puerto seguro que les daba un empleo en el sector público, algo que para muchas personas, acuciadas por problemas existenciales, significaba la supervivencia», explica Stangos.

Para los partidos, añade, el Estado era «un objeto de deseo». «El partido que estaba en el Gobierno podía exprimir al Estado, repartiendo ‘regalos’ o cargos. Así satisfacía a su clientela y la ampliaba. Eso le garantizaba la permanencia en el poder».

Todo este sistema clientelista es parte del origen de la crisis actual, pues contribuyó al fuerte endeudamiento del Estado, pero sería demasiado simplista resumir así el problema, advierte Stangos.

La pérdida de la confianza ciudadana en sus políticos ha conducido a que, desde las elecciones de 2012, el Parlamento esté más fragmentado que nunca, con siete partidos en el hemiciclo.

El Gobierno, sin embargo, sigue estando en manos de los dos partidos de siempre, Nueva Democracia y Pasok, lo que acrecienta aún más el descontento de una población castigada desde hace seis años por una crisis económica sin precedentes.

«¿Quién se va a fiar de las promesas de los gobernantes, si hoy nos cuentan una cosa y mañana hacen lo contrario. ¿Acaso creen que no tenemos memoria, que no sabemos que los mismos políticos que nos llevaron a la crisis son los que ahora se presentan como los que nos van a sacar de ella?», dice el jubilado Efstathiadis.

Nadie puede vaticinar qué ocurrirá en las próximas elecciones, previstas inicialmente para 2016 pero que algunos vaticinan antes.

En las recientes elecciones europeas, los conservadores quedaron relegados al segundo puesto, por detrás de la izquierda radical de Syriza, y Pasok quedó tan solo en cuarto lugar, por detrás de los neonazis de Amanecer Dorado.

Cuarenta años después del fin de la dictadura muchos parecen haber olvidado los tiempos pasados, al optar por un partido como Amanecer Dorado, de carácter claramente neonazi. «Está claro que el auge explosivo de Amanecer Dorado es un reflejo de la ira y una protesta burda contra los gobernantes de personas con tendencias ultraderechistas, sin formación cultural y de bajos ingresos», dice Stangos.

Advierte, no obstante, que no se debe olvidar que en Grecia existe una «larga tradición de estructuras fascistoides» y que «tratar el problema meramente como un fenómeno surgido de la crisis sería ignorar que ha habido carencias políticas, por ejemplo en la integración de refugiados o en la creación de estructuras solidarias en la sociedad».

A su juicio, sería un gran error creer que se puede combatir a los neonazis prohibiendo el partido. «Pensar así es no reconocer el peligro real y no haber aprendido la lección del pasado».

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