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Bonjour

diciembre 5, 2014 7 Columnas, La Lola se va a los puertos, Lo Ultimo 1 comentario

Buenos días, Kalimera, Bonjour. Hoy me siento más internacional que nunca. El miércoles hice, lo que se llama un “viaje relámpago” a Ginebra con mi santo y me siento como si fuera de la Jet Set.

La lola

La lola

No, no fuimos a evadir millones, (¡Ya quisiéramos!, señal de que los tendríamos). Mi marido tenía una reunión de trabajo y me invitó a irme con él. Veinticuatro horas escasas. Pero hija, ¡hay que ver cómo cunde el tiempo cuando sólo tienes que ocuparte de lo que te apetece a tí! En mi caso, pasearme arriba y abajo de la calle comercial principal, haciendo lo que se suele llamar “window shopping”, o que en España llamaríamos “irse de escaparates”. Porque comprar, lo que se dice comprar… pues no compré nada. Menudos están los precios.

El caso es que me ha sentado muy bien. Después del estrés de la preparación de la “escapada”, organizando a los niños para que tuvieran cubiertas todas sus idas y venida y asistencias a actividades extraescolares varias, cuando me ví sentada en el avión, con mi maridito al lado y el bolso mucho tan ligero (sin las toallas húmedas, el aprietal, el árnica, los tres paquetes de Kleenex y el cargador de la nintendo, entre otros accesorios infantiles), me sentí en la gloria.

Y en dos horitas estábamos en Suiza. Y a cinco grados (que para lo que está haciendo en centroeuropa no está nada mal). Por aquello del cambio de horario sólo eran las 9:30 de la mañana cuando llegamos así que nos dio tiempo a ir al hotel antes de la reunión.

No se si conoces Ginebra. Yo no lo conocía. Es de lo más señorial y elegante, pero gris, gris, gris. Aparte de que estaba nublado, es que los edificios son grises. Hasta los árboles me parecían grises.

Pero todo muy bien: La habitación del hotel disponible en cuanto llegamos, el baño con paredes de cristal, la ducha con “hammam”, las persianas con mando a distancia y enfrente de la cama un espejo de techo a suelo… ¡Mira que marchosos los suizos! Yo no veía la televisión por ningún sitio, y cuando se lo comenté a mi media naranja el “botones”, le dio a un botón (valga la redundancia) y apareció como por arte de magia en el espejo. Todo modernísimo de la muerte.

Aún nos dio tiempo a darnos un paseo y comer, porque, a ver, si a tí te citan en España a una reunión a las dos de la tarde, tú ya das por hecho que te van a invitar a comer. Pero en Suiza no. Así que nos metimos una fondue entre pecho y espalda, atendidos en español por una portuguesa emigrada hace muchos años.

Después de comer llegó el momento de la reunión y yo me fui a bajar el queso dando una vueltecita por la orilla del lago. Bueno, a bajar el queso y a subir los kilos porque no pude evitar la tentación de comprarme una caja de chocolates suizos e írmelos comiendo mientras caminaba.

Me senté a tomar un café en una terracita con estufas y me puse a ponerme al día con las últimas noticias de AtenasDigital.com. Así me enteré que el Papa se dedica a mandar telegramas desde el avión a los países que sobrevuelan cuando vuelve de sus viajes pontificios, mira tú que gracioso.

Y también que la FIFA y la UEFA se están planteando excluir a los clubes griegos de las competiciones internacionales. Yo lo primero que pensé fue que era otro caso de violencia ente hinchadas, aunque si hubiera sido así, nos hubieran excluído a nosotros, que vaya vergüenza lo que pasó el otro día en Madrid. Yo, que ya sabes que soy Atlética, estaba indignada con la batalla campal que se montó en las inmediaciones del Calderón y que terminó con la muerte de un seguidor de los radicales del Deportivo de la Coruña. Qué bestias. Eso ni es deporte ni es nada.

Pero no, lo de los griegos es porque parece ser que el gobierno quiere aprobar una ley en la que podría manejar a su gusto a la federación con fines políticos, y los de las organizaciones internacionales han dicho que de eso nada, que el fútbol independiente (o mejor, que la política del fútbol la manejan ellos, y no los gobiernos), ¡Mira tú los inventores de la democracia!

En fin, que el resto del día se me fue entre más escaparates y cuando mi marido terminó la reunión nos fuimos a cenar a un restaurante italiano, dónde el camarero, que era de Santiago de Compostela (además, literalmente. Cuando le preguntamos “¿de dónde es usted?”, al ver que nos atendía en español, nos contestó.. “bueno.. de donde “era”… cosas de la emigración) nos trató estupendamente.

Y por la mañana, después de ponerme ciega de croissants recién hechos, al aeropuerto. Vueltecita por las tiendas donde, aquí sí, le compramos un recuerdo a los niños. Vimos que tenían navajas suizas, pero teníamos nuestras dudas de que nos dejaran llevarlas en el avión. “¿Tienen un vuelo directo?”. Pues sí. “Entonces no hay problema”. ¡Ah!, no sabía yo que si vuelas directamente a un sitio se da por hecho que no tienes tendencias violentas ni intención de secuestrar un avión. Misterios de la seguridad suiza. Igual que me llamó la atención que prácticamente ni nos miraran los pasaportes (ni al llegar ni al irnos).

Dejamos las altas montañas y el ambiente gris y tras dos horas de vuelo tranquilo el piloto nos informó: “Nos aproximamos al aeropuerto de Atenas, donde el cielo está despejado y la temperatura es de 20º”.

Era la primera vez que llegaba a Grecia en avión desde un destino que no fuera España. Me sorprendió la sensación que me embargó al salir a la calle. Estamos en casa.

Hay 1 comentario en esta entrada:

  1. O. dice:

    Eso quiere decir que te nos estas volviendo medio greco-española,,,,!!!!!! Bueno, lo entendemos, pero lo justo ehhhh,

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