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MORIA

mayo 13, 2016 7 Columnas, La Lola se va a los puertos, Lo Ultimo 3 comentarios

Hoy voy a ponerme seria, te aviso. Hace unas semanas una amiga de Madrid me llamó para pedirme consejo: su hija quería venir a Grecia a echar una mano con los refugiados y me pedía mi opinión. Le mandé el enlace que ya puse aquí en otra ocasión, y a la semana la recibía en el aeropuerto. Pasó una noche en casa, y se marchó en el ferry a Lesbos. Este fin de semana ha vuelto y, aparte de su propia experiencia, ha traído este relato. Es de un joven doctor alemán que prefiere no dar su nombre. No he cambiado ni una coma. Esto es Moria, uno de los campamentos de detención de la isla de Lesbos.

La Lola

La Lola

“Un asunto feo.

12 del mediodía. Desde fuera, el campamento de Moria se ve, en lo alto de una colina, como una gran y amenazadora fortaleza. Encerrada entre dos vallas de alambre espinado, se extiende una red de incontables tiendas apretadas unas contra otras como en un contenedor listo para vaciar.

Se puede ver una fila de coches rodeando el lugar. Unos junto a otros con distintos logos: de organizaciones no gubernamentales, de la policía o del ejército.

Visiblemente, a la entrada, cuatro vendedores de comida venden las que son sin duda las latas de coca cola más caras de Grecia. Tras presentarme como un médico alemán voluntario -y no un miembro de la policía local- el precio cae a un razonable euro por lata.

Hago mi primer intento de pasar la seguridad de la puerta principal con la mirada puesta en la pantalla de mi movil, que está en manos de un poco amigable policía. Parece que todo su trabajo se limite a no dejarse convencer por mi argumento de que, como doctor, estoy obligado por mi juramento a ofrecer mis servicios a aquellos que se encuentran en el campo de detención.

En cuanto menciono mi profesión, un refugiado se aproxima y me pide que ayude a un enfermo dentro del campamento. Para mi sorpresa, el policía le hace volver a la ciudad de tiendas de campaña.

No me va a dejar entrar, me dice, y me recomienda que vaya al ministerio y pida permiso. De otra manera, simplemente tengo que irme.

Un par de cigarrillos después estoy todavía ahí parado cuando veo a dos jóvenes quitándose las chaquetas de su ONG al otro lado de la entrada. Me acerco a ellos y les explico mi situación -quién soy y lo que quiero hacer- y antes de darme siquiera cuenta estoy volviendo a la entrada con una chaqueta que tiene el logo de un organización europea cuyo nombre no citaré y dandole mi pasaporte al policía. Después de cierta resistencia por parte del policía, finalmente llego a la ciudad de tiendas, el débil corazón del centro de detención de Moria.

Moria es estrecho, sucio y maloliente. Al margen de ser saludado por un montón de caras sonrientes, no puedo evitar una sensación de desesperación desde mis primeros pasos. Es de agradecer el trabajo de los voluntarios que organizan la distribución de comida dentro del campamento, ya que la operación de “catering” que hace el gobierno es claramente insuficiente. Mientras que oficiales del gobierno de mirada torva distribuyen escasas raciones que consisten en agua, fideos y huevo, nosotros preparamos raciones mucho más grandes, financiadas por donaciones y preparadas por voluntarios. Supuestamente el gobierno provee 800 raciones, pero por lo que yo he visto, dir que son muchas menos. Sin embargo las ONG’s dan arroz con salsa y agua a aproximadamente 1000 personas, además de comida para los bebés.

Por lo que veo, nadie deja la fila suficientemente alimentado. Después de que toda la comida haya sido distribuida, mucha gente todavía queda esperando -bien porque aún no han recibido nada o porque necesitan más.

Mis nuevos amigos estiman que debe haber unas 3000 personas apresadas en Moria. En los últimos días muchos han sido llevados a Kara Tepe, uno de los otros campamentos de la isla donde la situación es algo más relajada. Allí los refugiados tienen áreas de apoyo a familias e incluso pueden salir al supermercado cercano, mientras que en Moria las instalaciones de recreo son virtualmente inexistentes.

En medio de una multitud, distribuyo agua mientras intento detectar potenciales casos médicos. La gente cojea y se queja a mi alrededor, pero en la mayoría de los casos, una señal con el pulgar en alto tiene que valer como reconocimiento.

El primer paciente real que trato está sufriendo claramente un acceso de fiebre. Saco mi estetoscopio y con la ayuda de un traductor diagnostico la más clara neumonía de mi corta carrera medica. Otro hombre con fiebre se acerca, quejándose de dolor de garganta. Su cuello está inflamado y tiene manchas rojas. Les digo que vayan juntos a la tienda medicalizada, claramente marcada con una cruz roja, para que puedan recibir tratamiento.

Luego encuentro dos niños de entre 6 y 8 años, cada uno mostrando signos severos de fiebre y con expectoraciones verdes y amarillas con una persistente tos. Tiene también dolor y sienten gran debilidad. Decido llevarles personalmente con la ambulancia y cuando llego, me encuentro a los dos primeros pacientes esperando delante de una puerta cerrada. Cerrada. Igual que la de distribución de comida que acabo de abandonar. Todas las raciones han sido repartidas

Les pido que esperen mientras busco apoyo médico, pero empiezo a temerme que no lograré conseguir antibióticos. Mientras busco, me cruzo con mucha otra gente que necesita atención médica. Limpio y vendo heridas, algunas de las cuales llevan tiempo infectadas. Nadie parece poderme enseñar otra tienda hospital, clínica o de un médico. Después de cuatro horas, todavía no sé donde están. La gente me manda a distintas organizaciones que supuestamente proporcionan ayuda y suministros pero he llamado a innumerables puertas sin resultados.

Cuando regreso, los dos primeros pacientes que ví han desaparecido. ¿Par qué esperar? Una y otra vez hablo con gente que tose y que tiene fiebre. Tan pronto saco mi estetoscopio, la gente que tengo alrededor se multiplica buscando consulta. Todas a gente que tengo alrededor se queja de fiebre, tos, dolor de muelas, diarrea y dolor de estómago. Me desespero. ¿Qué sentido tienen mis diagnósticos y las traducciones si no hay manera de que puedan recibir terapia alguna? Incluso si tuvieran acceso a medicinas y a un doctor, la inadecuada comida y el agua sucia harían una recuperación prácticamente imposible. No hay suficientes duchas ni excusados ni hay sitios que ofrezcan la mínima privacidad. Sólo se puede estar a la sombra dentro de las tiendas donde el aire está cargado y hace calor. Pronto habré preguntado a todo el mundo donde se encuentra la enfermería, y, donde supuestamente está ubicada, seis personas están sentadas delante de una puerta cerrada.

Son las seis de la tarde y estoy mareado y sediento. El único agua que tenía se la dí a una joven madre con un bebé en sus brazos. Había estado en la cola esperando que le dieran comida y le cerraron la puerta en su cara. Encima de la mayoría de los grifos hay una señal que prohibe beberala, y yo ni siquiera bebería de las que supuestamente se puede beber. Unos niños disfrutan de una barra de cereales que les doy mucho más de lo que sería razonable.

Casi me siento avergonzado de decirlo, pero tengo que salir de aquí. Ojalá pudiera meter a cada uno de ellos bajo mi chaqueta prestada y sacarlos a escondidas de este lugar inaguantable y pudiera darles una de esas carísimas cocacolas con las que he estado soñando horas. Es increíble suponer que ahí fuera esté Europa”.

Yo no se a tí, pero a mí, vergüenza me da esta Europa.

Lola Larreina para AtenasDigital.com

Hay 3 comentarios en esta entrada:

  1. Miguel dice:

    Hola, podrias poner ese enlace del que hablas al principio que dices que ya lo habias puesto antes? es que no puedo encontrarlo, muchas gracias!

  2. Dánae Mex dice:

    Buen día Lola. Lo que has compartido con nosotros definitivamente me ha dejado pensando en lo egoísta que se ha vuelto el mundo entero, miramos a todos lados para no ver el verdadero problema que tenemos frente a nosotros, personas sufriendo, padeciendo y muriéndose por la indiferencia, no solo de Europa, de todo el mundo, vamos; pensamos (al menos yo que vivo en México) es asunto de los europeos; pero si realmente queremos ayudarlos, que mas da en que continente/país estemos. Gracias por este artículo, ojala podamos sensibilizarnos mas personas respecto de toda esta situación. Todos somos humanos, todos merecemos una vida digna, sin miedo, sin guerras, sin xenofobia. Saludos!

  3. anademiguel dice:

    Hola Miguel,
    Se trata de una página de Facebook: https://www.facebook.com/bienvenidosrefugiadosgrecia/
    Saludos,

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