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Atacada

junio 3, 2016 7 Columnas, La Lola se va a los puertos, Lo Ultimo 1 comentario

Ya te advierto que no estoy en mi mejor momento. Vamos, ni de lejos. Es más, “Mujeres al borde de un ataque de nervios” parece una película “zen” si la comparas con mi estado de la última semana. ¿Que por qué? Pues si le tuviera que poner un título almodovariano, mi película sería: “Tengo a mis suegros de visita y yo sin Tranquimazines”.

La Lola

La Lola

Llegaron el sábado por la tarde. Todo bien. Buen vuelo. Los niños contentos de ver a sus abuelos. Domingo a comer a un restaurante de la playa. Buen tiempo. Buen pescado. Buen vino. Nos ponemos al día en cuestiones familiares. Todo estupendo.

Lunes por la mañana. Mi marido se va a llevar a los niños al cole y a trabajar. Y ahí me quedo yo sola ante el peligro. Luce un sol veraniego. ¿Nos vamos a la playa a pasar el día?. Uy, no, a la playa no, que tengo la piel muy sensible y me salen salpullidos (esta es mi suegra). No mujer, tú no te preocupes por nosotros, tú a lo tuyo, que además estamos cansados del viaje (mi suegro).

Bueno, venga, pues nos quedamos en casa. Yo a mi ordenador y ellos a su descanso. A los diez minutos: Lola ¿dónde tienes las infusiones que me quiero hacer una manzanilla,? pero tú no te preocupes, no te muevas…(mi suegra). Lola ¿Por qué canal pillo el canal plus para ver teledeporte? (mi suegro). Les proveo a ambos de lo necesario para cubrir sus necesidades y vuelvo a la tecla.

No pasan ni diez minutos y tengo a mi suegra sentada en la otra silla de la oficina. “Hay que ver qué bien estás aquí, con una casa tan bonita y con jardín y todo”. Uhumm (esta soy yo, asintiendo mientras sigo a lo mío). “Y con tanto tiempo para tí, con lo que trabajabas tú en España” . Si, una maravilla, contesto. “¿Y qué haces todo el día, hija mía, teniendo como tienes ayuda, no te aburres?”. Pues no, mira, no me aburro, pero a veces, como ahora, me encantaría (esto no se lo digo, claro). La conversación (o más bien el monólogo) sigue su curso y de “mi aburrimiento” vamos pasando a sus achaques, a los de su marido y a los de la mitad del barrio de Madrid en dónde viven, pasando por el parte de “necrológicas”. A la media hora de verborrea ya he abandonado la idea de seguir concentrada en lo que estoy haciendo, entre otras cosas porque cuando ve que no la sigo, me da golpecitos en el brazo para que no me disperse. Muy bien suegri, ya dejo esto, a ver cuéntame. Y me cuenta, vamos que si me cuenta. De mis cuñados, de mis cuñadas, de mis sobrinos. ¡Qué capacidad dios mío!. En fin, qué le vamos a hacer.

A las dos horas propongo que vayamos a comer a una taberna griega. “Quita, quita, (mi suegro), ¿para qué gastar dinero? si como en casa no se come en ningún sitio. Ya prepara la abuela algo, que ya sé que a tí no te va la cocina. Tu sigue con lo tuyo”. Pero claro, no puedo seguir con lo mío porque es un poco complicado entre tanta pregunta de “¿Dónde tienes las sartenes, corazón?” “¿Lo que hay en esta botella es aceite, que no entiendo lo que pone?” ¿”Que no tienes perejil? ¿Pero qué casa no tiene perejil? Estas mujeres modernas que no saben cocinar…”.

Al día siguiente cambio de estrategia y en cuanto se levantan les informo: ¡Nos vamos a la Acrópolis!. No les dejo ni considerar si quieren ir. Sombreros, protector solar y hasta sprays de esos pijos para echarte agua fresquita en la cara. Pues la historia de Gila y su viaje por Europa se queda corta con los comentarios: Que si tanta historia para nada. Que total para ver unas piedras. Que si nunca van a terminar de arreglarlo. Que qué exagerados los griegos si tampoco es para tanto…

Y se han negado a volver a salir. Que tanto calor no es bueno para ellos y que al fin y al cabo han venido a vernos a nosotros.

Y ahí voy, que ya te veo la cara de “pues qué borde Lola”. Han venido a vernos… A NOSOTROS…¡NO A MI SOLA! Mi santo tiene un repentino (y sospechoso) pico de trabajo y llega a casa con el tiempo justo para cenar y, eso sí, comentar que qué alegría poder comer las croquetas de su madre, que cómo las echa de menos. Los niños, pasadas las primera 24 horas de novedad, vuelven del colegio y se ponen a hacer los deberes (que también sospechosamente, han aumentado en la última semana). Mi suegra ha cocinado el repertorio completo de “comida tradicional española”, con las consiguientes visitas al supermercado para pertrecharnos de materia prima. Mi suegro ha desintonizado el Plus lo menos cinco veces y ha organizado el garaje lo menos otras cinco. No hay quien encuentre un clavo.

Y yo… yo que te voy a contar. Tengo a la profesora de Pilates loca porque nunca me había visto hacer los ejercicios con tanto encono, que me va a dar algo y hasta he pensado hacer doble sesión. Me está saliendo una calentura y estoy más tensa que un daltónico desactivando bombas.

Y me queda una semana más. Así que te dejo y voy a hacer mi sesión de meditación, que consiste en encerrarme en el baño e imaginarme a mi marido intentando ver un partido de fútbol con mi madre contándole las últimas aventuras de la familia política. Ahí le querría ver yo.

Lola Lareira para AtenasDigital.com

Hay 1 comentario en esta entrada:

  1. Dánae Mex dice:

    Eres genial Lola!!!!!!! Saludos y buenas vibras!

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