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Fiesta infantil

junio 10, 2016 7 Columnas, La Lola se va a los puertos, Lo Ultimo 1 comentario

Yo es que no aprendo. Como dice el dicho: Salgo de Guatemala y me meto en GuatePeor. O salgo de la sartén y caigo en el fuego. Llámalo “x”, pero no te aseguro que vaya a terminar este mes sin mis facultades mentales alteradas (más, quiero decir). ¿Razón?: De los productores de “Tengo a mis suegros en casa…”, llega “Le voy a organizar una fiesta de cumpleaños a mi hija”.

La Lola

La Lola

Mira que me he estado negando años a hacer fiestas de niños en casa. Con la de sitios estupendamente preparados que existen, que te lo dan todo hecho, con sus juegos para niños, sus monitores, sus menús infantiles. Que tú te dedicas a dar la bienvenida a la gente y tomarte una cervecita tan rícamente mientras los churumbeles se desgañitan y desfogan.

Hasta ahora me había librado, entre otras cosas porque mi niña no cumple los años hasta agosto, como su madre. Y mi menda nunca tuvo una fiesta de cumpleaños con los niños del cole, porque a esas alturas del verano no quedaba ni dios en la ciudad. Y tampoco me creó ningún trauma, porque para celebraciones de cumpleaños originales, las mías. Nunca sabía quien iba a estar (aparte de mis padres y hermanos). Alguna foto he visto soplando la tarta con un niño al lado que ni sé quien es. “Un niño que veraneaba en el apartamento de arriba”, me ha dicho mi madre en alguna ocasión…

El caso es que mi niña, que ya cumple ocho y empieza a tener su propia vida social, llevaba dando la vara desde la primavera con que este año quería adelantar su fiesta de cumpleaños, como hacen todos los niños de su clase que cumplen en verano. (¡Y con lo que yo lo he criticado!).

Y una es débil. Y después de haberme pasado dos semanas atacada con la visita de mis suegros, como ya te conté la semana pasada, me dije “Lola, mujer, hazle una fiesta a la niña en casa, que a saber cuánto tiempo te queda por estos lares y tienes jardín y piscina, no seas amargada.”

La jefa, que está muy curtida en estas lides, me recomendó que, para invitar a la gente, utilizara una aplicación muy moderna que te ofrece distintos diseños de invitación. Tú pones las direcciones de correo electrónico a las que la quieres mandar, y te da la posibilidad de que te confirmen por el mismo medio. Y en la aplicación tienes un apartado donde ves quién ha confirmado, sin necesidad de que vayas apuntando tú los nombres de los niños.

Y eso hice. Como en el cole están muy organizados y tenemos un fichero con los correos de todos los padres de la clase, monté la invitación en un periquete, y la mandé.

Pero claro, a la niña le hacía ilusión llevar sus invitaciones en mano, como hacen todos, y rellenar la tarjetita para cada uno… vamos, esas cosas que le gustan a los niños. Y yo, toda magnánima, le dije que claro, que las llevaba, y compramos unas monísimas y la niña las rellenó y se las llevó al cole, con el nombre de cada niño, el lugar de celebración, y el teléfono al que debían confirmar, aunque yo ya sabía que los padres me confirmarían más cómodamente por el mail.

Me dí cuenta del primer error enseguida. En la invitación electrónica había un apartado en el que te preguntaban si querías que te confirmaran en la misma aplicación. Yo dije que sí. Pero se me pasó marcar la casilla en la que ponía “No permitir que se confirme la asistencia de otros invitados”. La primera confirmación no me hizo saltar la alarma. Era así “Fulanito confirma su asistencia a la fiesta. Asistentes: 1 adulto y 1 niño”. Pero cuando empecé a recibir otras tipo “Asistentes: 2 adultos y 2 niños”, empecé a temblar.

Este desliz hubiera sido “asumible”, si no hubiese empezado a recibir mensajes en el móvil con más confirmaciones. “¡Ah!, bueno, son los que confirman por las tarjetas que ha entregado la niña”. Pero luego me iba a cotejar con los datos del archivo del colegio y no encontraba al niño por ningún lado.

“A ver, princesa –le digo a mi hija- a este tal Giorgos que me dice que va a venir a tu fiesta, no le encuentro en la lista de la clase.”. “Es que no es de mi clase, es de la de al lado”. Bueno, por uno más no pasa nada, me dije para mí.

Al tercer o cuarto niño que no estaba en la lista de la clase de mi hija, empecé a panicar. “Pero muñeca, ¿entregaste las invitaciones a los niños de tu clase como quedamos?”. “No, mamá, como me dijiste que a los de mi clase los invitabas con la aplicación esa, yo he invitado a otros con la tarjeta”.

Aggghhhhhhhhhh.

Vamos por 30 niños y 20 adultos, y subiendo. Mi hija debe ser la más popular del colegio, porque nadie ha declinado la invitación hasta el momento. Y ¿por qué la iban a declinar? Una tarde calurosa en la que puedas soltar a tus hijos (porque se traen a los hermanos) y que se bañen, mientras a ti te dan vino y viandas no la declina nadie. Nos vamos a dejar un mes de sueldo para contratar a suficientes monitores que controlen a 30 vándalos de ocho años en una piscina. Nos van a tomar la casa una horda de padres a los que casi no conocemos. Y yo voy a morir en el intento.

Si el viernes que viene no aparezco por aquí, ya sabes lo que me ha pasado.

Lola Larreina para AtenasDigital.com

 

 

 

Hay 1 comentario en esta entrada:

  1. Kosta Kriticos dice:

    Hola Lola, soy un lector leal de tu columna, me gustaría que un día publicaras una fotografía para conocerte físicamente realmente me haces reír mucho con tus reseñas.
    Saludos desde México

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