5. Turismo de riesgo
Inmersión turística-masiva. Así es como me gusta llamar a mi forma de conocer Atenas. Hace poco la canciller alemana Angela Merkel se ha dejado caer por la capital helena para visitar al presidente Samarás. La reacción lógica a esta visita menos lógica fue una multitudinaria manifestación que ya a la mitad de su desarrollo empezó a tornarse violenta.
Pues bien, como buen guiri en el extranjero, estos disturbios brindan una inmejorable oportunidad de ser testigo de la historia de un país. Cámara en mano, con la cara llena de una especie de masilla blanca para aguantar mejor los gases lacrimógenos y, acompañado de una griega curtida en mil batallas callejeras me adentré hasta la primera linea de los disturbios como si se tratara de algún juego macabro.
Alguna fuerte explosión hacia retumbar la plaza Syntagma de cuando en cuando. “Eso son como bombas que lanza la policía cuando alguien se acerca mucho a donde no debe”, dijo mi acompañante. De repente, como salidas de la nada, una nube de rocas cayó sobre las lineas policiales. Dos botes de gas lacrimógeno y una primera carga policial fueron la respuesta. La gente empezó a huir de forma caótica. Justo antes de salir corriendo pude echarle un rápido vistazo a los agentes. Uniforme verde, armadura negra y una horrible máscara de gas como las que se usaban en la primera guerra mundial que les impedía tener rostro humano. Verlos en persona aterroriza mucho más que en televisión desde el salón de mi casa en España.
La policía cargaba cada cierto rato y después retrocedía. Varios manifestantes entre tanto arrancaban algunas tapas de alcantarillado y rompían con ellas la calzada para tener piedras que lanzar a los antidisturbios. “Son los Alpha Kapa, el grupo anarkista más activo de Atenas. Son los que más la suelen liar”, me dijo mi acompañante griega. “¿Cuántos hay?, pregunté. “Muchos, son los que van de negro, no tienen un cartel en la frente pero todo el mundo sabe que son los que van encapuchados y de negro, vamos a la primera línea del todo y los ves”, respondió.
Los manifestantes que estaban al frente de todo el lío estaban quitos, formando casi una línea perfecta. Unos tres metros más allá se raba la policía con sus escudos y escopetas cargadas de gas lacrimógeno. En el espacio de en medio unos encapuchados vestidos de negro zarandeaban señales de tráfico, arrancaban parte del mobiliario público y lanzaban de cuando en cuando algo contra los antidisturbios. Habían unos doce o trece. “¿Ves?, son esos de ahí, los de negro”, dijo la chica griega. En ese momento, los supuestos miembros del grupo anarkista Alpha Kapa lanzaron al unísono un puñado de piedras contra las líneas policiales. En esta ocasión, entre las rocas y trozos de metal había un cóctel molotov que cayó al lado de los agentes y prendió de fuego el escudo de uno de ellos. “Mejor vámonos atrás porque la policía va a responder en seguida”, me rebeló mi guía personal. Justo cuando estábamos retrocediendo a nuestra anterior posición más alejada de los antidisturbios dos explosiones retumbaron por toda la plaza Syntagma. Era el sonido de los disparos de la policía, habían lanzado gases o pelotas de goma, no lo sabíamos seguro. Lo que sí sabíamos es que cargaban de nuevo, porque todos los que estaban a nuestro alrededor empezaron a correr. La única diferencia entre la anterior carga y ésta era que en esta ocasión estábamos demasiado cerca de la policía, así que prácticamente tuvimos que correr delante de los agentes.
Mi excursión turística por los conflictos sociales griegos no duró mucho más. Mi acompañante y yo nos escabullimos por el único lado de la calle que no había policías, justo después de que un hombre desnudo corriera a nuestro lado entre aplausos de los asistentes. En mi última mirada atrás vi el tumulto de gente, los gases lacrimógenos y los trozos de asfalto volando de nuevo. Vi también la bandera griega, ondeando en la cima del parlamento entre las nubes negras que cubrían el cielo de esa mañana y el humo que quemaba la calle. La pregunta que oí más veces aquél día fue: ¿para qué puñetas ha venido Merkel a Atenas?.
Fuente texto e imágenes: Luis Cañivano Heredia
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