Solidaridad amenazada
Hace unos pocos días fui hasta la sede de una ONG en Atenas de la que mejor no daré el nombre. La puerta estaba cerrada y después de llamar al timbre y esperar unos largos minutos me recibió un hombre con mirada serie. Me preguntó con tono seco que qué quería. Le expliqué que era español y periodista y antes de que pudiera decirle nada más, me pidió si me importaba enseñarle la documentación y si además, tenía algo que me acreditara como reportero. Mientras hablábamos, unos chicos de aspecto árabe nos miraban desde el umbral de una puerta al final del pasillo.
Aquél hombre, sin cambiar la expresión ruda de su rostro, me hizo más preguntas sobre qué parte de España era yo y qué hacía en Grecia. Cuando llevábamos poco menos de diez minutos de interrogatorio, mi interlocutor cambió de expresión y, ante mi sorpresa, me pidió perdón por hacerme tantas preguntas, pero me dijo que tenía que estar seguro de que yo era de verdad lo que decía que era, y que tenían que tener cuidado con la gente que no pertenecía a la ONG y que aparecían por la sede. Cuando le pregunté la razón de tanto recelo, me dijo que debían tener cuidado con los de Aurora Dorada porque habían amenazado a varios de sus voluntarios e, incluso un miembro del partido intentó meterse en la organización haciéndose pasar por alguien que quería colaborar con la ONG.
—Los fascistas quieren llegar hasta las personas que nosotros protegemos. Mucha gente de fuera no se lo toma en serio, pero en Grecia tenemos un problema muy gordo con la violencia racista—, dijo el hombre que me atendió, quien poco después me rebeló que era el responsable de una sección de la organización solidaria.
—¿Pero qué es lo que quieren?—, le pregunté. —¿Qué quieren?, —respondió—, matarnos, eso es lo que quieren. Es horrible que en un país donde mucha gente está sufriendo por la miseria se llegue a intimidar y a amenazar a los que deciden gastar su tiempo en ayudar a los demás—.
Texto: Luis Cañivano Heredia
Foto: Alkis Konstantinidis