La Atenas de los domingos
Monastiraki es una plaza en el centro de Atenas, a menos de diez minutos de la plaza Syntagma y desde donde se tiene una vista única de la Acrópolis. Un autentico centro neurológico de la vida ateniense. La plaza, que suele ser un punto de encuentro para cientos de personas cualquier día de la semana, tiene un brillo especial los domingos, y es que, este lugar bien conocido por cualquier que haya pasado unos días en la capital griega, tiene su propia fiesta el último día de la semana.
El aroma tostado de los souvlakis inunda el ambiente de la calle mientras autóctonos y visitantes pasean por la plaza, recorren las calles de alrededor y entran y salen de la aglomerada estación de metro. En el corazón de Monastiraki, junto al pequeño monasterio que da nombre al lugar, un grupo de africanos bañados en sudor tocan como locos varios tambores, trayendo a la ciudad ritmos de su tierra materna. Al poco de empezar a sonar la música, grupos de personas se arremolinan a su alrededor y los más valientes se atreven a moverse con un aire étnico.
A pocos metros de la “fiesta” y con la música aún haciéndose oír, un grupo de chicas jóvenes se ajustan en los pies desnudos unas sandalias de cuero y corcho, un calzado que por cierto es muy famoso entre las estudiantes erasmus que están pasando unos meses en Grecia. Entre la plaza de Monastiraki y la estación de Thissio hay un mercadillo que forma parte del espectáculo dominical de la zona. Montones de cacharros de distintas épocas se amontonan en viejas mesas de madera que conservan un curioso olor a recién pintando. Aunque a primera vista parece imposible conseguir algo interesante en esa marabunta de chismes, se pueden comprar pequeñas joyas de la historia como medallas y símbolos que el ejercito alemán dejó en la ciudad durante la ocupación o maquinas o teléfonos de ruleta del siglo pasado que aún se pueden utilizar.
Al volver del mercadillo se puede pasar por la calle Athina, comprar algunos frutos secos y algo de raki, que tengo que decir, está especialmente sabroso si se calienta y se le echa canela y miel. Para cuando regresamos a la plaza, el público de los africanos ha aumentado. La imagen de los músicos, la gente a su alrededor comiendo souvlakis envueltos en pan de pita, el ir y venir de motones de personas y, en los alto de la montaña la Acrópolis, gobernando todo, quedará para siempre grabado en mi mente. Una visión que seguro vendrá a mi cabeza cuando vuelva a España.
Texto e imagen: Luis Cañivano
leyendo tu articulo me he paseado por Monastiraki y seguro que si alguna vez voy a grecia cuando pase por ahi recordare tu articulo