Los griegos, hartos de sacrificios, han perdido toda esperanza
Ingrid Haack. Atenas, 7 jun (EFE).- El mea culpa entonado por el Fondo Monetario Internacional (FMI) apenas ha hecho mella en los ciudadanos griegos, cansados de hacer sacrificios y sin la mínima esperanza de que las promesas del Gobierno de que «todo irá a mejor» se vean cumplidas.
«¿Por qué deberíamos esperar que el Gobierno reaccione? Si forman todos parte de la misma mafia». Esta frase pronunciada por Nikos, un taxista que ha visto descender su negocio en un 80 % en los cinco años de crisis, no hace más que expresar llanamente lo que piensan la mayoría de los ciudadanos.
La población no espera ya nada del Gobierno, al menos nada positivo. Ese es el sentir que se palpa día a día en las calles de Atenas y de otras ciudades.
El informe del FMI es papel mojado en un día en que la oficina de estadísticas helena publica el último capítulo del drama del desempleo: nuevo récord en marzo, con un 26,8 % de la población activa en paro, y un 58,3 % en el caso de los jóvenes.
«En lugar de bajar los impuestos y hacer algo por reactivar la economía, siguen bajándonos los salarios y las pensiones. Con este Gobierno nada va a cambiar», dice a Efe Manolis, el guarda de un estacionamiento público que confiesa que no sale a la calle a protestar o a hacer huelga por temor a perder su trabajo.
La mayoría de la gente cree que el informe del FMI, que reconoce que la reestructuración de la deuda debería haberse producido antes y que se subestimó el impacto de las medidas de ajuste en la economía real, confirma lo que el ciudadano de a pie ya sabía desde hace tiempo.
«Incluso un alumno de secundaria sabía que antes de hacer reformas estructurales era necesaria la quita de la deuda, pero los europeos hubieran perdido así mucho dinero. Por eso cometieron ese ‘error'», dice Filipos, un taxista de 40 años.
Con ello alude al punto del informe en el que el FMI señala que la reestructuración no se hizo antes porque los inversores privados de algunos países de la eurozona (Alemania y Francia básicamente) querían ganar tiempo para minimizar su exposición a la deuda helena.
«Desde hace dos años por lo menos nosotros, los ciudadanos, sabíamos que los recortes tan drásticos lo que provocan es más recesión y más paro. El FMI ha reconocido lo que todos sabíamos», dice Fotis, un portero de 39 años.
El análisis de la población respecto al Gobierno y la troika de acreedores parece ser siempre el mismo, se pregunte a quien se pregunte.
Lo que no está claro es si el potencial de protesta está agotado o no, como piensa Fotis, quien cree que el ejemplo turco puede servir de mecha, pese a que reconoce que para mucha gente no tiene sentido salir a la calle sin saber a quién respaldar.
«Para salir a la calle hace falta identificarse con las ideas de algún político por el que merezca la pena mojarse. La gente espera respuestas nuevas. No escuchar siempre lo mismo, venga de quien venga. Ni siquiera (el líder de la oposición) el izquierdista Alexis Tsipras convence ya», agrega.
Aunque no pasa un día sin manifestaciones o huelgas -hoy mismo hay un paro de veinticuatro horas de los médicos- la capacidad de convocatoria ha ido mermando con el tiempo.
«La gente ya sólo está frustrada y recurre al suicidio. Eso es algo que no ocurría antes», afirma Manolis.
Es cierto que hasta hace poco Grecia era un país con pocos suicidios, pero el empobrecimiento radical y repentino ha disparado el número de muertes y desde 2009 hasta el final del 2011 los suicidios aumentaron un 37 %.
El taxista Nikos opina que la gente debería estar en la calle, pero cree que no tiene fuerzas. «¿Quién va a salir a protestar, las muchas familias que duermen día a día en la calle y ya no tienen fuerzas para nada?», dice entre resignado e iracundo.
No es esa la opinión de Vlasis, propietario de una empresa familiar manufacturera, que sostiene que «los que nos gobiernan se han quedado con el dinero y nos lo han quitado todo. Lo han metido en empresas en paraísos fiscales y bancos en el extranjero y se han construido casas de lujo».
«No entiendo por qué no salimos a la calle como lo hicimos contra la dictadura de los coroneles (1967 a 1974)», opina Vlasis, quien con orgullo relata que su padre luchó en la resistencia contra la ocupación nazi. EFE