Celebración del día nacional de México

El Grito de independencia mexicana se oyó ayer en Atenas.   Museo Bizantino y Cristiano de Atenas se transformó ayer en una hacienda mexicana para hospedar la fiesta del Día de la Independencia. El Embajador de México, Exclmo. Sr. Don Tarcisio Navarrete Montes de Oca y su esposa, la señora Luz María Zurita Aguilar, luciendo espectaculares trajes tradicionales, ejercieron de anfitriones en una fiesta alegre y sentida, en la que no faltaron música, baile, rica comida tradicional y sabrosos cócteles «margaritas».

Asistieron unas 500 personas, entre ellas miembros del cuerpo diplomático, representantes del gobierno, comunidad mexicana, amigos de México así como otras personalidades del mundo empresarial, académico y cultural. En su discurso inicial de bienvenida, el Embajador subrayó «el orgullo de las relaciones entre México y Grecia» y manifestó la certeza de que éste último, como el «gran país que es, logrará salir adelante, como ya hizo en otros momentos muy complicados de su existencia». Presentó luego a la violinista colombiana residente en Grecia Francisca Roca, que tocó una delicada versión de Cielito Lindo.

El día de la independencia es el día en el que todos los mexicanos reivindican su libertad y su patriotismo, «el Grito» recuerda el nacimiento del movimiento de independencia de España iniciado en la madrugada del 16 septiembre de 1810 con el llamado del cura Miguel Hidalgo a los feligreses. También conocido como «Grito de Dolores», suele celebrarse en todo el país con fiestas importantes y con la recreación de una verdadera representación. Fiel al guión, el Embajador subió al primer piso del precioso edificio neoclásico que hospeda el Museo y se asomó al balcón con una imponente bandera mexicana. Después del llamamiento a los mexicanos, gritó tres veces «¡Viva México!», y todos contestaron «¡Viva!». La banda municipal entonó entonces el himno nacional de México y el de Grecia, mientras empezaba la música y la fiesta tomaba vida. Los mexicanos, y sobretodo las mexicanas presentes, lucieron sus mejores atuendos llenando de colores vibrantes el patio del Museo, y hasta las nubes, que amenazaban lluvia, se disiparon. Se asomó la luna casi llena, curiosa quizás de ver el viejo y el nuevo mundo unidos al compás de una ranchera.

Texto e imagen: Linda Baseggio