El Teléfono.
¡Estamos de estreno!. ¿Pero habéis visto qué bonita ha dejado la jefa la página web? Tan clarita, Tan ordenadita y ¡ese pedazo de logo!. Y eso que todavía no habéis visto «de la misa la mitad», que todavía la tiene que poner toda operativa. Yo, como tengo información privilegiada, lo sé, y vamos, no va a haber mejor sitio para enterarse de cómo hacer las cosas y dónde hacerlas, si hablas español y vives en Grecia, que en atenasdigital.com. Te lo digo yo, y no porque tenga interés personal ¿eh? (Jefa: del extra por publicidad ya hablamos luego).
En fin, yo a lo mío. Esta semana ha sido de traca. Ha venido de visita una antigua “inmortal” y esto ha sido un no parar. Es lo que tiene pertenecer a un grupo así, que te crecen las amigas. Porque yo a esta chica no la conocía, que se marchó antes de llegar yo. ¡Pero no veas cómo hemos congeniado! Hasta me ha invitado a pasar unos días a su casa de Barcelona, que no conozco yo la Ciudad Condal ¡Para que digan que los catalanes y los madrileños no nos llevamos bien!
O sea, que la pena que, por lo que cuentan las que lo han vivido, te da cuando se va una del grupo, se ve compensada con las visitas y la certeza de haber ganado una amiga más en otro punto del globo (y como además no suelen quedarse fijas en un sitio, es toda una oportunidad para conocer el mundo).
Ahora, para pena, la que hemos pasado también con otra de las inmortales, que el otro día recibió una de esas llamadas que, desde el momento en que te expatrías, empiezas a temer recibir. Se ha tenido que ir la pobre tarifando a su pueblo por un “problema familiar grave”, como decían antiguamente en la radio. Afortunadamente ya nos ha mandado un whassup para decirnos que no está tan mal la cosa, pero el susto no se lo quita nadie. Ni a nosotras. Porque te quedas pensando ¿y esto me va a pasar a mí algún día?. Una angustia.
Porque tú ponte en nuestro lugar. Esa llamada de teléfono en medio de la noche que te hiela el alma estés donde estés. Pero cuando encima estás a kilómetros de tu casa y sin la certeza de poder encontrar un vuelo directo con los recortes que ha habido en las aerolíneas con esto de la crisis, eso no se lo deseo yo a nadie. Que no todo es un camino de flores en el tema de la expatriación, no te creas. Ya te lo adelanté un poco en el artículo en el que te presentaba a Las Inmortales
Pero bueno, que no me quiero poner mustia… Ahora que menciono lo del teléfono, hay una cosa cosa que te quería contar porque me parece a mí que también es muy griego: hablar por teléfono con el pinganillo. No sé si es que están todos muy concienciados y lo hacen para que las ondas del móvil no les dañen las neuronas, o porque queda muy “cool”.
Y qué poco que parece importarles que te estés enterando de toda la conversación. Bueno, en mi caso es un decir, claro. Pero por lo visto, hace un tiempo, pillaron a un asesino a sueldo porque se puso a dar cuenta “de su operación” en el tren, con el pinganillo puesto y sin darse cuenta de que estaba hablando muy alto, y resulta que el señor que iba en el asiento de delante era un policía. Hay que ser gili… tonto.
Pero a mí el que me ha tenido loca es un señor al que veo todos los días cuando voy a esperar a los niños a mi esquina (no, no me he cambiado de profesión, malpensada, es que vuelven del cole en autobús y no me los dejan en casa, sino en la calle de abajo).
Tendrá unos cuarenta y tantos. Moreno, pelo corto, aseado y peinado con raya al lado. Estatura media, bien vestido, como si viniese de la oficina. Pantalones de pinzas de franela, jersey cuello caja sobre la camisa. Sin corbata (luego más currito que ejecutiv. Cazadora de tela acolchada, y cuando el frío arrecia, chaquetón tres cuartos y bufanda. Suele llevar colgada al hombro una cartera de cuero, trabajada, aunque no vieja y la mayoría de los días, lleva una bolsa o dos del supermercado cercano.
Siempre que le veo, va hablando. Pero siempre. Y bastante airadamente, por cierto. Incluso gesticula con la mano si no la lleva ocupada por una bolsa. No tengo ni idea de lo que dice, más allá de algunas palabras que ya controlo, pero para mí que está perpetuamente cabreado.
O eso creía y porque después del descubrimiento de ayer, ya no sé que pensar.
Resulta que ayer, mientras esperaba como siempre la aparición del autobús, le veo que llega con su charla habitual. Y cuando está a mi altura, aunque en la cera de enfrente, algo le llama la atención en el suelo. Yo no veo lo que es, pero él se pone en cuclillas para mirarlo y en ese momento se le desliza la cartera del hombro y se le cae al suelo.
Para que no se le vuelva a caer, se la cuelga de nuevo y se cambia de dirección porque así tiene menos inclinación porque la calle está en cuesta. Y todo esto sin para de hablar. Y entonces me muestra su otro perfil. Y ahí me doy cuenta de que ¡no lleva ningún pinganillo! ¡que va hablando sólo! ¡Y no te imaginas las charlas que se pega!
Yo miro hacia otro lado un poco por pudor, y porque además ya llega el autobús, pero todavía le puedo oír como, tras reanudar su marcha, dice “katálabes?” (Has entendido?)
Está la cosa muy malita.
Lola Larrreina para Atenasdigital.com
Chulisimo el nuevo formato. Felicidades! Estoy deseando ver la web toda «operativa» como tu dices.
Un abrazo Lolita, que tienes mucha gracia 😉
Lola, como siempre muy divertido tu articulo. Transmite mi felicitación a tu Jefa por la nueva pagina.
Ha quedado estupenda, ya estoy deseando de ver el resultado de todas las cosas nuevas que están
por llegar. Ah! Me encanta el nuevo logo
Hola lolilla!!!! Pues si, la página guay y tu relato divertido y entretenido como siempre, jamia eso es lo que tiene ser un poco ciudadana del mundo…unos van y vienen , de todo vamos aprendiendo y como tu dices,el whassup y toda la tecnología moderna nos facilita mucho el camino.