La UE frena su relación energética con Rusia e impulsa el corredor de gas meridional en Grecia
Ucrania, sumida en una crisis política y social, transporta alrededor del 80% del gas a Europa
Gran parte del país heleno protesta por las expropiaciones y el alto coste del proyecto
Claudia Niubó.- La Unión Europea (UE) ha dado un paso más en su estrategia energética esta semana al frenar las negociaciones con Rusia para suministrar más gas natural al conjunto europeo, en protesta por la incursión de Moscú en Crimea. Este gesto ha dado impulso a la continuidad del corredor energético del sur, que coloca a Grecia en la entrada principal de gas desde las regiones del Mediterráneo Oriental.
Desde que empezara la crisis política en Ucrania, Europa ha mostrado preocupación por su dependencia energética. Por un lado, Ucrania transporta alrededor del 80% del gas ruso al continente europeo. Por otro, la votación este domingo en Crimea, para anexar la provincia bajo poder ruso, ha intensificado la intranquilidad en Europa.
La decisión ha coincidido con la celebración, esta misma semana, del Foro de Energía de Atenas, que ha reunido a diplomáticos europeos, políticos griegos, búlgaros y estadounidenses, así como a expertos y empresarios del sector energético, para potenciar la construcción de varios proyectos en el sur del Mediterráneo que doten a Europa de mayor independencia energética.
El corredor del sur de Europa, pensado para transportar gas natural desde el Caspio y Oriente Medio, tiene, a corto plazo, tres proyectos a la vista. Por orden de importancia, el gasoducto transatlántico TAP, el cual prevé cruzar Grecia, Albania y el Mar Adriático hasta el sur de Italia, para conducir gas desde Azerbaiyán. En segundo lugar, el interconector IGB, una extensión de aproximadamente 182 km que unirá Grecia con Bulgaria. Y en tercer lugar, se ha dado comienzo al estudio de viabilidad para el proyecto Eastern Mediterranean Pipeline, un gasoducto que unirá la isla de Chipre con Creta hasta la costa occidental de la península del Peloponeso. En todos ellos Grecia es el eje principal para el futuro energético de Europa.
El ministro de Medioambiente, Energía y Cambio Climático, Yannis Maniatis, señaló en su comparecencia en el Foro que “Europa tiene que ser independiente con sus recursos naturales». En su discurso, remarcó las ventajas de su construcción en cuanto a creación de empleo, aun sin tener en cuenta que, en su mayoría, se tratará de trabajos temporales.
El director ejecutivo del TAP, Kjetil Tungland, fue el único que habló del impacto social del proyecto. En los últimos meses han tenido lugar en distintas localidades de Grecia diversas protestas en contra de la construcción del TAP. Su puesta en marcha, según Tungland, pasa por 12.000 tierras que deberán ser expropiadas, aunque el directivo afirmó que todavía se está llegando a un acuerdo sobre este asunto. La duración del proyecto se estima, aproximadamente, en tres años y medio. Por su parte, el vicedirector de la organización Atlantic Council, David Koranyi, subrayaba la importancia de hacer del TAP un proyecto estratégico en lugar de un proyecto comercial.
El corredor energético del sur de Europa se ha presentado como el proyecto de seguridad energética más importante de la Unión Europea. No obstante, durante los más de seis años de negociaciones, la estrategia ha revelado por sí misma varias debilidades. En primer lugar, el proyecto requiere de la cooperación entre políticos, gobiernos y compañías multinacionales para encontrar, sobretodo, financiación, ya que los estados miembros son incapaces de soportar tal inversión. En segundo lugar, se evidencian los límites de la política energética de la UE, cuando los desarrollos dependen, en su mayor parte, de factores externos a ella.
Las cuentas helenas no pueden asumir por sí solas el alto coste que se requiere para las infraestructuras del TAP y del gasoducto que una Chipre, Creta y el resto del territorio griego. Es más, cuando todavía se desconoce la cantidad de recursos de que la isla chipriota dispone para hacer rentable el proyecto.
La política de seguridad energética de la Unión depende extremadamente del gas ruso y de su red de gasoductos. Teniendo en cuenta el contexto político, económico y social actual en Europa, si se encontrarán los fondos suficientes y cuál será el impacto del corredor energético del sur, son preguntas aún sin respuesta.