Gentilicios
Hoy voy a empezar con una cita de la gran poetisa lírica de la antigüedad griega, Safo. Si, la lesbiana, porque era de Lesbos. En uno de sus poemas menciona que: “La situación es difícil. O debemos todos representar una tragedia o caer en la melancolía. Para evitar ambas cosas, nos reímos”.
Dicho esto, voy con otro tema que, junto con el humor en tiempos de crisis, se ha estado paseando últimamente por los comentarios de esta mi columna. Me refiero al Spa. ¿Tú sabes de donde viene el nombrecito? Pues aunque suene a algo muy moderno y muy sofisticado, viene de los romanos. Corresponde a las iniciales de “Salute per aqua”, o sea, salud a través del agua.
En Grecia se dice “Hidrotherapía”, y desde que llevamos semanas con unas temperaturas de verano, he podido comprobar que los griegos la siguen al pie de la letra. En España te vas a una playa y ves que la gente se dedica a pasear de un lado a otro por la orilla. Aquí, se meten en el agua -muchas veces con gorros y gafas de sol-, se juntan en grupitos, y se pasan horas de cháchara cuan garbanzos en remojo. Lo llaman Thalassotherapía, terapia del mar.
Y hay que ver la importancia que le dan al agua, en general. Tú te sientas en cualquier bar, cafetería o restaurante, y antes de que pase un minuto, aparece un camarero y te deja en la mesa o bien un vaso, o bien una jarra de agua.
Agua del grifo, ¿eh? de la que no cobran. Luego ya te preguntarán si quieres algo más pero, por delante, el agua. Y si hablamos de las botellitas, pasa lo mismo. ¿Tú sabes cuánto cuesta una botella de agua de medio litro en Atenas? Cincuenta céntimos. La compres donde la compres; en el quiosco de la esquina o en el chiringuito de la playa. Vamos, lo mismo que en España, que la última vez que se me ocurrió pedir una botella de agua en una cafetería de un centro comercial de Madrid, me soplaron tres euros.
Y eso que, por lo dicen, los precios en Grecia se han duplicado (por lo menos) desde la entrada en el euro. Ya te he contado otras veces que tomarse un capuchino no es apto para bolsillos en crisis. Eso sí, con el capuchino te pondrán tu vasito del agua. Y el agua lleva costando lo mismo “jronia ke jronia”, que no significa nada de yogures sino “años y años”.
Ahora que el colmo lo viví yo hace unos días, a la salida de un restaurante de postín al que fuimos a una cena de la empresa. Al salir y acercarnos al aparcacoches para que nos diera nuestras llaves, volvió con ellas en una mano y con una botella de agua en la otra. Nos le quedamos mirando extrañados, pero él nos dio llaves y agua y nos dijo, “por si les entra sed en el camino”. Hay que ver.
Al margen de aguas, quiero retomar el hilo del primer párrafo, es decir, del humor y de Safo, porque te tengo que contar una anécdota de la que me enteré en la clase de griego, cuando leíamos un artículo de un periódico atrasado. Pasó ya hace unos cuantos años (en el 2008), pero me hizo mucha gracia.
Resulta que algunos de los habitantes de la isla de Lesbos, la de Safo, decidieron abrir una causa contra el colectivo griego de mujeres homosexuales por «apropiación indebida» de su gentilicio, en una vista judicial salpicada de risas y -tal como decía el artículo- “alguna tentativa de tumulto”.
La audiencia se celebró en un tribunal de Atenas, después de que un editor y dos ciudadanas de la isla presentasen una denuncia contra el OLKE, colectivo griego de homosexuales y lesbianas.
Como te puedes imaginar, la cosa tuvo miga. Parece que el editor se quejaba de que su “niña” lo pasa muy mal cuando le preguntan si es “lesbiana”. Que digo yo que debe ser un tema de idioma, porque a mí me suena muy distinto preguntar “de dónde eres” a “qué eres”, pero bueno.
La “niña” en cuestión, tenía 26 años (lo que arrancó una carcajada al público presente). Por lo visto el señor decía no tener nada en contra de las homosexuales y que no le importaba que les visitaran en su isla (la pela es la pela) y que incluso se casasen, pero les pedía por favor (bueno, por favor no, con causa judicial por medio) que dejasen de llamarse lesbianas.
Las lesbianas por su parte (las homosexuales) argumentaron que la petición rayaba en lo discriminatorio. (Y en poco práctico, añado yo, porque vete tú ahora a buscarle otra denominación) Alegaban que la palabra existe en todos los idiomas, menos en árabe y en coreano (Y eso por qué, me pregunto, porque al margen de que no las quieran nombrar o que tengan ganas de terminar con ellas, el caso es que existen, sean árabes o coreanas) y que incluso la ONU, continuaban las lesbianas (las de la asociación, no las de la isla), se refiere a ellas con esa denominación.
El abogado que las representaba (natural de Lesbos) iba aún más lejos, declarando que ni él ni su hija tienen ningún problema en ser llamados lesbianos y que además cree que la mayoría de la población de la isla griega pasa de la polémica, igual –añadió- que los habitantes de Siam no se molestan porque les llamen siameses. Buen punto el del letrado, hay que reconocer.
Un testigo, tras el juicio, comentaba muy serio que el tema no es baladí, y que las mujeres de la isla prefieren no revelar su lugar de origen.
Y digo yo: ¿Qué problema puede suponer para un hombre que se le llame lesbiano? ¿Qué implique que le gusten las mujeres? Y si una mujer no quiere que malinterpreten su opción sexual cuando se refiere a su lugar de origen ¿No puede simplemente decir que es de la isla de Lesbos? Son ganas de meterse en juicios.
El juicio, por cierto, lo ganaron las lesbianas. Las no necesariamente nacidas en la isla.
Lola Larreina para AtenasDigital.com
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Vaya que uno se acostumbra al vaso de agua, es verdad, me parece una idea genial!!!!
Meterse en juicios eso, no tendrán otra cosa mejor que hacer? Safo en sus poemas describía su amor hacia otras mujeres de la isla, claro, hombres pocos,los homosexuales la tienen como un icono de la cultura lesbiana, y digo yo, que tendrá que ver de donde eres con tu tendencia sexual????
Buen fin de semana a todos.
Hola Lola, no voy a comentar el tema del spa que es algo que queda fuera del alcance de mi exiguo salario , por lo que no puedo entrar al trapo comentando sus virtudes. Pero en la columna de este viernes sí encuentro una cuestión que me atañe -puesto que, en mis ratos libres sin vehículos de alta gama que aparcar, me dedico a mi pasión secreta, la filología-. Y es que no entiendo el título de «Patronímicos». Después de mucho darle vueltas, he llegado a la conclusión de que te referieres al gentilicio de los habitantes de Lesbos. La historia del juicio sin duda es graciosa y muy griega, pero vamos, es de cajón que la palabra patronímico no tiene nada que ver con el uso que le das. Ya el oído indica que viene de pater -padre en latín-, y que es el nombre o denominación que se recibe del padre. Como en las novelas rusas, en las que a un fulano que se llame Alexei, hijo de un notas que se llame, digamos, Nikolai, todo el mundo se dirige respetuosamente como Alexei Nikolaievich. O como aquí, que para cualquier documento oficial te preguntan que como se llama tu papá. Pues eso, si oyes campanas, pero no sabes dónde suenan, consulta al diccionario que tós lo hacemos y no nos avergonzamos.
Estimado aparcacoches. Muchísimas gracias por la corrección. Tienes toda la razón. Se me ha ido totalmente la cabeza. Y mira que soy de consultar todo en el diccionario, pero esta vez me he pasado de lista. Lo cambio ya mismito! Y por cierto, ya que la jefa me ha dejado contestarte desde su cuenta, aprovecho para decirte que, si vives aquí, no dejes de disfrutar de ese Spa natural y alucinante que tenemos tan cerca y que no necesita de grandes salarios: el mar griego. Gracias de nuevo. Lola.