Atenas se enamora de Ximo Tebar
Linda Baseggio.- Si la música es un arte muy sabroso, el jazz -se sabe- es para paladares finos. El reto, entonces, está no tanto en bajar tu nivel para que mucha gente pueda consumir tu música, sino en educar a la mayoría de las personas para subirlas hacia ti. Ximo Tebar y su banda, en el Athens Technopolis Jazz Festival, han dado una clase magistral de cómo no hace falta “entender” el jazz para disfrutarlo y lo que sí hace falta es saberlo, “sentir”. Y Atenas, como buena alumna, se rindió completamente al Maestro.
Ver tocar a Ximo Tebar (y no me entiendan mal sus tres fantásticos músicos Ricardo Belda al piano, Lluis Llario al contrabajo y Felipe Cucciardi en las percusiones) es ver a una obra de arte que se mueve, un poco como si el David de Miguel Ángel te guiñara el ojo. Atención, la comparación no es casual, no habría utilizado al Moisés. Este hombre se sube al escenario, se posiciona en el proscenio, coge su guitarra y empieza a acariciarla suavemente, a pellizcarla, a levantarla y hacerla bailar consigo, le canta al oído, se la acerca al corazón para luego dejarla libre de golpe, colgada de sus hombros en un abrazo permanente. Su cuerpo se mueve con ella, sus dedos conocen hasta la más recóndita fisura de sus cuerdas, sus almas son las mismas. Señores, esto es amor. Y Atenas tendrá muchos problemas en este momento histórico, pero sabe reconocer al amor cuando lo ve delante de sus ojos.
El concierto fue sencillamente increíble: durante una hora que se pasó volando, se abrió una ventana y el viento del Mediterráneo entró de golpe, levantando las faldas de las mujeres y trayendo aromas de verano. Valencia, España, el mar, la alegría de vivir y las ganas de bailar, el sabor y el sentido de la vida -como la parte sonriente del mundo la entiende-, se apoderaron de los corazones de los más de tres mil que tuvimos la suerte de estar. Es por eso que Ximo Tebar ha marcado un antes y un después en el Athens Festival Jazz: una vez que el Sur entra en escena, la cosa se hace muy difícil para el Norte.
Viendo tocar a Ximo Tebar reflexionas sobre muchas cosas: que el verdadero artista disfruta con su arte y se ve que se lo pasa genial; que, aunque llegue con un vuelo de madrugada, por la noche estará en gran forma sobre el escenario para tocar; que está comunicando continuamente con el público para incitarle a gozar con él de su jazz maravilloso. Y confieso que he pensado en muchas otras cosas que, por pudor, aquí no cuento. Ha sido la primera vez de Ximo Tebar en Atenas pero estamos seguros de que no será la última: cuando pruebas el amor verdadero, no te conformas con una noche.