El Gobierno se afana por convertir a Grecia en el hub energético de la Unión Europea
Claudia Niubó.- El Ejecutivo heleno sigue esforzándose en su estrategia para transmitir una imagen de serenidad y estabilidad cuando la toma de decisiones se desborda y hace imposible afrontar frentes huracanados bien se llamen Amanecer Dorado, Alexis Tsipras, Sanidad, Educación, Reserva Laboral o, en su conjunto, Paro, Crisis, Desigualdad o Pobreza. El último de los anuncios que ha proclamado para esquivar centrarse en buscar soluciones económicas, políticas y sociales ha sido el impulso de una decena de nuevos proyectos energéticos con el propósito de convertir a Grecia en el centro de una nueva política europea de recursos naturales.
La Política Exterior y de Seguridad Común de los 28 estados miembros de la Unión Europea (UE) ha evidenciado en los últimos meses una nueva debilidad: la política energética, hasta ahora inexistente como tal, si bien el Tratado de Lisboa la considera un tema principal que afrontar. Desde la crisis energética de 2009, cuando Rusia cortó todo el aprovisionamiento de gas a sus clientes europeos a través de Ucrania -por donde pasa el 80% de ese combustible hacia Occidente-, la UE había creído ingenuamente que aquél suceso no volvería a ocurrir: el desabastecimiento de gas a 17 de los estados miembros. No obstante, tras la nueva crisis en Ucrania, que ha enfrentado de nuevo a los dos continentes vecinos, el conjunto de los 28 teme por un nuevo corte energético.
Mientras los dirigentes europeos han visto clara la necesidad de impulsar una Política Energética Común -lo que levantará un nuevo debate sobre la independencia y dependencia de los estados miembros-, el Gobierno griego ha visto una oportunidad de oro para lavar su imagen y renovar su rol en la UE. Así, la coalición ejecutiva entre conservadores y socialdemócratas ha impulsado su estrategia para convertir al país en el epicentro de la política energética que la UE empieza a diseñar.
El Gobierno del primer ministro Andonis Samarás ha anunciado esta semana que aprobará, mediante un procedimiento acelerado, la regulación que permita la inversión estratégica de un total de 12 proyectos energéticos por valor de 7 billones de euros. La decisión viene impulsada por dos carteras, la del Ministerio de Desarrollo y Competitividad junto con la de Medio Ambiente. Las principales razones para lanzar tales inversiones son las mismas que pretenden poner fin al vacío existente entre las capacidades y expectativas del país: por un lado, la creación de empleo -hasta 17.000 nuevos puestos de trabajo- y, por otro, demostrar y reforzar la “habilidad” de Grecia -según el Gobierno- para atraer a inversores extranjeros.
Esta docena de proyectos energéticos se subdivide en tres bloques: energía eléctrica e inversiones internas y externas en gas natural.
El primero contempla el corredor eléctrico a través de Grecia, el proyecto NSI East Electrictiy, que interconectará los países del centro-este y sur-este europeos. En el caso heleno, este proyecto contempla las interconexiones con Israel o Chipre y Bulgaria.
El segundo bloque aglutina todos los proyectos de gas natural en el país: el gasoducto que interconectará Grecia con Bulgaria (Komotini-Stara Zagora), una terminal que se establecerá en las fronteras greco-búlgaras (Sidirokastro y Kula), dos terminales flotantes y procesadoras de Gas Natural Líquido en Alexandrópoli y una en el mar Egeo, junto con una instalación de almacenamiento en Kavala. Todos estos proyectos han levantado protestas en las mencionadas poblaciones debido a las expropiaciones de tierras que tendrán lugar para hacer posible su viabilidad.
El tercer bloque está dedicado únicamente a las relaciones energéticas con otros países: empezando por el TAP (Trans Adriatic Pipeline, en sus siglas en inglés) -proyecto ya en marcha-, siguiendo por el ITGI (Interconector Turquía-Grecia-Italia), el gasoducto de gas natural entre Chipre y Grecia -a través de Creta-, y la terminal de compresión de gas natural en Kipi, Evros.
Estas inversiones, caracterizadas por la Unión Europea como Proyectos de Interés Común, consisten principalmente en interconexiones con la región del Mar Caspio y la región del este del Mediterráneo (Chipre-Israel) y requieren de una altísima inversión que deberá afrontar tanto la UE en su conjunto como el presupuesto de cada estado miembro.
No obstante, la mayor parte de las negociaciones todavía está sobre la mesa. Las futuras inversiones requieren de nuevos acuerdos pues su finalidad no es solo económica sino también política. Las conversaciones entre Grecia e Israel, por ejemplo, se encuentran en una fase preliminar por verse implicada la decisión de transportar el gas hasta Grecia a través de Chipre.
El conlifcto entre Ucrania, la Unión Europa y Rusia ha puesto de manifiesto una de las grandes debilidades de Europa: la dependencia de los recursos naturales que en su gran mayoría son importados. Por ello, desde el inicio del conflicto, la UE ha ido impulsando -especialmente durante la campaña de las elecciones parlamentarias- el acuerdo para redactar una Política Energética Común que levantará, sin duda, controversias tanto a nivel interno como externo.
Por el momento, el proyecto TAP es el que se encuentra en una fase más avanzada. El pasado jueves la Unión Europea informaba de la apertura de la convocatoria para la construcción de estaciones de compresión en Grecia y Albania, respectivamente. El gasoducto todavía está en la fase de encontrar proveedores para construir los 870 quilómetros de infraestructura que conectarán a Grecia con Albania y el sur de Italia a través del Mar Adriático.