Glezos: «Pediré en la Eurocámara que Alemania firme un tratado de paz con Grecia»
Yannis Chryssoverghis y Andrés Mourenza, Atenas, (EFE).- A pesar de sus 92 años, el griego Manolis Glezos no ha dejado de luchar, de una manera u otra, ni un sólo día de su vida. Ni jamás se ha callado una opinión aunque por ello haya puesto en aprietos a las autoridades e incluso a los compañeros de los diversos partidos en los que ha militado.
Ahora, como recién elegido eurodiputado por la Coalición de la Izquierda Radical (Syriza), promete llevar su batalla al Parlamento Europeo (PE) y uno de sus principales objetivos es saldar las cuentas con Alemania, la bestia parda de los griegos tanto antaño como en la actualidad.
«Lucharé por una Europa de los ciudadanos, no una Europa alemana ni zona de influencia de Estados Unidos. Eso significa una Europa democrática y no del dinero», afirma Glezos en entrevista con EFE, en su humilde hogar, situado en el extrarradio de Atenas.
Era el 30 de mayo de 1941 y un joven Glezos, de apenas 19 años, subió a la colina de la Acrópolis de Atenas junto a su compañero Apóstolos Santas para arriar la bandera nazi que las fuerzas de ocupación alemanas habían izado tres días antes.
Fue el primero acto de resistencia contra la ocupación fascista y, para Glezos, el inicio de una vida de política activa en diversas formaciones de la izquierda que le llevaría a sufrir condenas a muerte, torturas, cárcel (más de una década), exilio y, en los últimos años, a que la policía antidisturbios le haya gaseado en más de una ocasión.
«En mi último libro hay una lista de 6.500 nombres. Son de los militantes que conocí y perecieron en combates, en manifestaciones o ejecutados. Uno de ellos es mi hermano. Era tres años menor que yo y fue fusilado por los nazis. Son estos compañeros los que me dan fuerza para seguir luchando», afirma.
En los últimos años, Glezos ha liderado varias iniciativas para exigir a Alemania que salde, como ya hizo con otros países, sus deudas con Grecia pues, según el anciano político, jamás ha pagado compensaciones por la ocupación ni ha devuelto un préstamo que Hitler obligó a las autoridades colaboracionistas de Atenas a conceder al Tercer Reich.
De acuerdo con Glezos, Berlín debe 162.000 millones de euros a Atenas, lo que equivale a prácticamente la mitad de la actual deuda griega.
«Existe un tratado de paz entre el Reino Unido y Alemania, ¿por qué entonces no lo ha firmado Alemania con Grecia?. Lo primero que pediré en el PE es que Alemania firme un tratado de paz con Grecia», promete Glezos y se muestra confiado de que una vez se firme, los alemanes, «que son respetuosos con la ley», pagarán sus deudas.
Pero el Gobierno de Angela Merkel ya ha repetido en varias ocasiones que considera este tema cerrado en los acuerdos que su país rubricó con los grandes poderes de la época por lo que se niega a tratar el pago de reparaciones o la devolución del infame préstamo de guerra.
«Es un combate como el de David contra Goliat», reconoce Glezos, y añade: «Pero vamos a ganarlo porque tenemos razón. Ahora los Gobiernos griegos están sometidos a la voluntad de Alemania, pero ante un Gobierno del pueblo que represente los intereses del pueblo griego, ¿qué hará Alemania?».
Glezos se refiere a una eventual victoria de su partido, Syriza, que el anciano resistente ve más temprano que tarde y que utilizaría para renegociar los préstamos concedidos a Grecia por sus socios europeos, el Banco Central Europeo y el Fondo Monetario Internacional en virtud de los rescates financieros.
«Es posible que en algunos casos los acreedores ya hayan cobrado el doble o incluso el triple de la cantidad inicialmente prestada», denuncia Glezos.
Y sostiene que un Gobierno de Syriza no reconocería la deuda para que, así, los acreedores que quieran recuperar su dinero se vean forzados a sentarse a negociar.
A pesar de su edad, Glezos es un político popular y, dado el sistema de listas abiertas con que se celebraron los comicios europeos en Grecia, fue el candidato más votado del país, tanto por los mayores como por los más jóvenes.
«Los jóvenes jamás aceptarán nuestras ideas, incluso aunque sean progresistas, si se las intentamos imponer. Es lo mismo que ocurre dentro de una familia. Los jóvenes reaccionan a todo lo que se les impone. Por eso debemos ofrecerles la oportunidad de participar», dice.
«Yo tengo la experiencia de cuando fui alcalde de mi pueblo y apliqué un modelo de democracia directa. Allí pude estudiar el comportamiento de los jóvenes: si les dejas desarrollar su actividad creativa, lo harán. Si intentas imponerles algo, reaccionarán en contra», explica.
Para Glezos, las cosas en Europa están cambiando y él, a pesar de su avanzada edad, quiere ser parte de ese cambio: «los ciudadanos ya no aceptan que otros decidan por ellos, sino que quieren participar en el procedimiento de la toma de decisiones».