Positiva
¿Qué tal van los propósitos de año nuevo? El mío de la semana pasada, adelgazar, ahí lo llevo. Al menos no me he comido a nadie. Y no me refiero al significado literal, evidentemente, aunque hambre para ello no me ha faltado. Lo digo porque, no se tú, pero yo, en cuanto me pongo “a plan”, me entra un mal humor inversamente proporcional a los gramos perdidos al día. Y en cinco días he perdido 100 gramos. Poco, muy poco. Así que cuidado conmigo.
Tengo que reconocer que esta semana me han ayudado mucho algunas noticias que he visto en este nuestro periódico. Que he decidido yo ponerme al día de la realidad política y económica de este país. La primera, que bajaban los precios de los transportes públicos. ¿Tú has visto esto antes? porque yo no. Vamos, desde que tengo uso de razón y el autobús costaba en Madrid veinticinco pesetas, (cuarenta céntimos de euro para los no españoles, o para los compatriotas que hayan olvidado el cambio peseta-euro), yo en la vida he visto que el precio de nada oficial vaya para atrás. (Ah, y los comentarios acerca de mi edad si he vivido los autobuses a cinco duros, sobran, bonita.)
Además el primer ministro Antoni Samarás, ha anunciado reducciones fiscales y ha augurado (aunque a mí, los augurios en boca de políticos, como que no me convencen) un comienzo del repunte del país.
Y la cifra del paro bajó una décima en junio. Lo cual sería una estupenda noticia si no fuera porque ha bajado del 28 al 27%, que se dice pronto.
Y el parlamento griego ha aprobado finalmente la ley antirracista.
Y un exministro de defensa griego va a ser el líder de la nueva cartera de Migración en la CE, fíjate tú, y eso que, si no recuerdo mal, entre las noticias que he leído desde que me ha dado esta fiebre informativa (debe ser el régimen), hace una semana publicábamos que Grecia pedía ayuda a la UE para gestionar la llegada de indocumentados, que el mar Egeo es un coladero, y que parece que no dan abasto en la frontera terrestre con Turquía. Y eso que en 2012 construyeron un muro. Pues espero que al que mandan a la UE gestione el tema un poquito mejor, oye.
Pero bueno, que buen rollo en general, que Samarás dice que “Grecia va bien”. Y eso que menudo disgusto tenemos todos con el mundial de baloncesto. Los pobres griegos, que no habían perdido ni un partido en la primera fase, llegan a los octavos y va Serbia, que había perdido tres y ¡hala!, los manda para casa.¡Y yo, que soñaba con una final España-Grecia! Claro que a nosotros la alegría nos duró un partido más. Tenía que ser Francia la que nos echara, hombre, y en nuestra casa, con lo mal que nos sienta eso a los españoles. Claro que a su presidente le habrá venido de coña, a ver si los “enfant de la patrie” se vienen arriba con el basket y dejan de comprar el libro de la ex, que por lo visto le pone a caldo.
No, ya te digo, que estoy yo con ánimo positivo, de mala leche y hambrienta, pero positiva. Incluso he empezado a hacer ejercicio. No sé si habrás ido alguna vez a un estudio de pilates, pero tengo que decirte que cuando entras, te da un poco de mal rollito. ¡Hay que ver la pinta que tienen los aparatos! Parece una cámara de tortura. Y al final un poco lo es ¿no?. Tienes que estar superconcentrada con la respiración y con la postura, y a mí me está costando mucho. Y no es que una sea tonta… es que cada vez que una del grupo llama a la profesora, se me va la concentración. Y es que la chica se llama Golfo. Sí, como lo oyes. Yo, cuando le pregunté su nombre y me lo dijo, tuve que hacer grandes esfuerzos para no soltar la carcajada. Sí, me dijo ella viendo mi cara, ya se lo que significa en español, me lo dijo una alumna. Y yo ¿ah siiiii?. Sí, contestó: “gulf”, “kólpos” en griego. Claro, pensé yo, le han contado la acepción geográfica del término. En todo caso, menos mal que aquí hay muchos nombres femeninos que terminan en “o” y no en “a”.
Y es que esto de los nombres griegos se las trae. Como me contaba mi amiga Yolanda. Había venido a Grecia de vacaciones y había tenido un verano romántico con un chico que había conocido en un ferry. Se llamaba Manos, que viene a ser Manolo. Ya sólo de pensar que una persona se llamara manos, le daba la risa, pero es que además, como el griego se declina, cuando se utiliza el vocativo se pierde la “s” final, vamos, que cuando le llamaba, tenía que decirle “mano”. Mi amiga me contaba que “entrados en materia”, no podía pensar en su nombre, porque le cortaba el rollo. “Y eso no fue lo peor”, me decía, “lo peor fue que cuando me animé a decirle que su nombre era muy llamativo para mí, por lo que significaba, me contestó que lo comprendía, y que si prefería le podía llamar por su nombre original, porque realmente su nombre era Manolis”. Y claro, ahí a mí amiga ya le dio de todo. Y es que no todos los días se enrolla una con un tío que se llame Manoli, la verdad.
Pues nada, que ayer me perdí a Luz Casal porque no pudo venir la baby sitter, pero ya la tengo confirmada para Sara Baras el lunes, ¿nos vemos allí?.
Lola Larreina para AtenasDigital.com
JAJAJAJAJAJAJAJAJAJAJA
que recuerdos de ese ferry…….