Grecia vive una campaña extremadamente polarizada, bajo presiones ajenas
Ingrid Haack. Atenas, 20 ene (EFE).- Grecia vive una campaña electoral extremadamente polarizada, con recetas diametralmente opuestas para combatir la crisis y bajo una gran presión exterior, que ha convertido la permanencia en el euro en el principal tema del debate político.
El próximo día 25 los griegos tienen que elegir entre dos opciones: la salida del rescate y firma de un minirescate, a cambio de nuevos ajustes, y el abandono del programa de austeridad, bajo el peligro de que los acreedores suspendan las ayudas.
Esas son las opciones, las promesas suenan algo distintas. El primer ministro, Andonis Samarás, por ejemplo, asegura que este será el año del crecimiento, que Grecia abandonará el rescate y que podrá incluso bajar los impuestos.
El líder de la oposición, Alexis Tsipras, promete un programa de crecimiento económico y de creación de empleo y la anulación de algunas de las medidas tomadas por el actual Gobierno, como la reducción del salario y de las pensiones mínimas o la introducción de un nuevo impuesto sobre bienes inmuebles.
Samarás evita decir que Grecia tan solo cobrará lo que le queda del rescate europeo si antes cumple una serie de medidas pactadas anteriormente con la troika, como la liberalización completa de los despidos en el sector privado y la eliminación de la protección contra los desahucios de las viviendas de primera residencia.
Tampoco se le oye decir en la campaña que el rescate será sustituido por otro minirescate, pues el crédito reforzado acordado con los socios europeos va igualmente vinculado al cumplimiento de una serie de requisitos.
A mediados del año pasado, el Gobierno aseguró que a partir de este año Grecia podría financiarse por su cuenta en los mercados, una promesa que hizo llevarse las manos a la cabeza a más de un socio europeo y que hizo disparar el bono en el mercado secundario a índices similares a los de ahora, rozando el 10 %, esta vez aparentemente por el miedo a una victoria de Syriza.
Finalmente, Samarás echó marcha atrás y pidió una prórroga del rescate hasta finales de febrero.
Los ciudadanos no quieren saber ya nada de rescates y de promesas de crecimiento. Lo único que han visto es que su situación ha empeorado desde que estalló la crisis hace más de seis años, y que la austeridad ha acabado con la resistencia de muchas familias.
Eso es la imagen que reflejan las encuestas, que dan a Syriza una ventaja frente a los conservadores de Nueva Democracia de un mínimo de tres puntos.
El problema es que nadie sabe cuánto de su programa podrá aplicar, independientemente de lo que prometa, pues mucho dependerá de lo que estén dispuestos a ceder los socios europeos.
En sus intervenciones, el líder de Syriza asegura que el Programa de Salónica, que incluye una serie de medidas encaminadas a reactivar la economía y un plan de ayuda humanitaria para los más pobres, es «innegociable» y que el resto será sometido a unas «duras» negociaciones con los socios de la Unión Europea.
Mucho de lo que pueda hacer un Gobierno de Syriza para reactivar la economía dependerá irremediablemente de si consigue una quita de buena parte de la deuda en manos públicas, como reclama.
Por ahora, las voces desde algunos países como Alemania dejan entrever que probabilidades de una quita propiamente dicha son escasas, a lo sumo una reestructuración de la deuda con intereses más bajos y plazos de devolución más amplios.
El número de analistas que ven necesaria una solución para la deuda griega es cada vez mayor, incluso en países como Alemania,a la vista de que la deuda griega no ha hecho más que ascender (actualmente a en torno al 177 % del PIB) en los últimos años, pese a todos los esfuerzos de recortar el gasto público.
Las concesiones que un eventual Gobierno de Syriza deberá hacer sin lugar a dudas defraudará a muchos, particularmente a aquellos que confían en que un Gobierno de izquierdas dará marcha atrás a todas las medidas de ajuste, sostiene el analista Petros Stangos, quien por ese motivo ya augura nuevas manifestaciones y huelgas.
Como es poco probable que Syriza pueda gobernar en solitario, aunque su objetivo declarado sea alcanzar la mayoría absoluta, una fórmula para salir airoso de las irremediables críticas de los defraudados podría consistir en una Gobierno de coalición.
De esta manera podría atribuir las medidas que no retire o las promesas electorales que no cumpla a la necesidad de hacer concesiones en un Gobierno de coalición. «Syriza podría hacer de policía bueno y su socio haría las veces de poli malo», dice Stangos. EFE