Gobierno griego recibe apoyo ciudadano mientras afronta tensas negociaciones
Ingrid Haack. Atenas, 12 feb (EFE).- Mientras el Gobierno griego negocia en Bruselas un compromiso con sus socios europeos que permita una salida de las políticas de austeridad y un crédito puente para sobrevivir económicamente sin traicionar las promesas electorales, la ciudadanía se ha movilizado en su apoyo y confía en un acuerdo.
A las manifestaciones celebradas ayer en distintas ciudades griegas, que en Atenas reunieron a más de 15.000 personas, se sumarán estos días concentraciones en otros países, que culminarán el domingo en un nuevo acto multitudinario en la capital griega.
Una encuesta realizada por el instituto demoscópico GPO el 9 de febrero revela que el 78,4 % de los griegos apoya la forma en que el Gobierno lleva a cabo la negociación, y solo un 16 % disiente de esta línea.
Para apoyar con hechos esta opinión, miles de griegos han salido ya varias veces a la calle, la última de ellas ayer, y con pancartas en las que se podían leer frases como «No nos dejamos chantajear», «No sucumbiremos», «No tenemos miedo», «No daremos marcha atrás» o el ya clásico «Venceremos», daban testimonio de su apoyo.
La pregunta que se plantea en esta cuestión, sin embargo, es hasta qué punto los ciudadanos realmente están dispuestos a defender una línea «dura» y si eso incluye la posibilidad de tener que abandonar el euro.
Otra encuesta, esta realizada por la Universidad de Macedonia, sostiene que un 64,5 % de los griegos no tiene miedo a una salida de la eurozona, y solo el 35,5 % sí lo tiene.
En el sondeo de GPO el 61 % de la población no descarta la posibilidad de un «Grexit» (salida de Grecia del euro), si bien casi un 74 % cree que las negociaciones con los socios europeos concluirán con éxito.
En la calle se suele escuchar mucho la frase de «no tengo ya nada que perder después de cinco años de austeridad», pero cuando se insiste en si el regreso al dracma forma parte de un escenario aceptable a cambio de que el Gobierno no cruce ciertas «líneas rojas», las respuestas son algo más diferenciadas.
Lina Sulukú, una joven abogada que trabaja en Atenas, comenta a Efe que ambas partes tienen que comprometerse, pero considera que el Gobierno no debería aceptar un acuerdo que sea como el memorando anterior «disfrazado bajo otro nombre», porque eso iría «en contra de la voluntad del pueblo y no sería sostenible para la economía real».
Sin embargo, Sulukú cree que una salida del euro «no sería conveniente para nadie» y en cualquier caso «no debería hacerse sin pedir la opinión explícita de los griegos a través de un referéndum».
Su «línea roja» personal no sería, sin embargo, la salida de Grecia de la eurozona, sino de la Unión Europea.
Para el jubilado Konstatinos Efstathiadis, Syriza no debería haber ido a la negociación en Bruselas sin haber preparado al pueblo para la eventualidad de una salida del euro y haberle explicado las consecuencias que conllevaría ese paso.
«Si hubieran preparado a tiempo a los ciudadanos diciéndoles que durante un periodo tendrán que vivir con mayor austeridad aún, entonces el pueblo estaría más dispuesto a aceptar una salida del euro, aunque fuera temporal», dice Efstathiadis.
Este jubilado no oculta que le da rabia que Syriza no haya hecho esto, pues considera que un «Grexit» sin el apoyo popular, podría desembocar en el fracaso del Gobierno y podría «abrir el camino a los neonazis de Amanecer Dorado».
Según Sergi Cutillas, economista del Observatorio de la Deuda en la Globalización (ODG), actualmente en Atenas, sería bueno que el Gobierno de Syriza tuviera un plan B para el caso de que se produzca lo que muchos han denominado el «accidente», es decir, la salida del euro indeseada por todos, pero posible en el caso de que hubiera, por ejemplo, un colapso bancario.
«Ahora mismo parece que las posiciones del Eurogrupo no se han movido. Syriza da señales de que no está dispuesto a ir hasta el final del abismo, pero la mejor palanca (para la negociación) sería tener un plan B», una alternativa para hacer frente a una posible salida, dijo a Efe Cutillas.
Este plan «radical» debería incluir la posibilidad de volver al dracma, nacionalizar bancos para tener el control sobre el crédito y buscar ayuda financiera, por ejemplo, de Rusia, para hacer frente a un colapso financiero.
Fotis, conserje en un edificio de oficinas de Atenas, cree que la «línea roja» del Gobierno es volver a las políticas de austeridad y centrarse en «los números en lugar de en las personas». No quiere la salida del euro, pero considera que en el peor de los casos debería aceptarse haciéndose a la idea de que vendrían «seis meses muy malos». EFE