Doble rasero
Ya sabemos que hay mucha gente que critica por criticar, no te estoy diciendo nada nuevo, pero la verdad es que últimamente me está llamando la atención que hay algunos que, no conformándose con la crítica gratuíta, son capaces de ver igual de mal que alguien haga algo que a ellos no les gusta, como que haga lo contrario. Me explico:
Cuando Syriza ganó las elecciones, los que habían sucumbido a la política del miedo, temían que pudieran pactar con partidos de izquierda más radical. “Ya verás, decían, ahora, para asegurarse el gobierno, se juntan con los comunistas y terminamos como Venezuela”. Pero hete tú aquí que Tsipras pactó con un partido de derechas. “Mira éstos, comentaban los mismos, al día siguiente de las elecciones y ya están traicionando a sus votantes”. O sea Syriza lo hace mal si pacta con la izquierda y Syriza lo hace mal si pacta con la derecha. Muy bien argumentado.
Otra ejemplo: a muchos griegos les sentó fatal que una renombrada revista alemana sacara en su portada a una Venus de Milo que, cortesía de photoshop, había recuperado su brazo para hacerles una “peineta” a los griegos (o lo que es lo mismo, por si no me entiendes ,“sacarles un dedo”), pero de repente les parece de lo más gracioso que Varufakis haga lo propio en una de sus intervenciones. Que no entro yo en que no tenga razón para hacerlo o no, pero, si no te parece bien lo uno, lo suyo es que no te parezca bien lo otro. Que es lógica pura, vamos. Que qué necesidad hay de soliviantar al personal con lo malita que está la cosa ya de por sí.
Sin dejar el ámbito de la política, que parece que abunda en este tipo de bipolaridades, aunque en este caso sin que el hecho inicial tuviera nada ver con ella, resulta que hace unos días, estando de compras en un centro comercial de los alrededores de mi barrio buscando un ordenador para el niño, me llamó la atención ver un ratón con los colores de la bandera española. Pero lo que más gracia me hizo fue que justo debajo del ratón, en el envoltorio, ponía “¡Podemos!” y había unas siluetas de gente enarbolando banderas (en este caso todas grises). Para mí fue evidente desde el principio que nada tenía que ver aquel objeto con ningún tipo de “merchandising” del partido político, porque ni tenía ni el logotipo ni el color oficial. Por otro lado, no era un producto griego, sino norteamericano, así que pocas opciones había de que tuviera ninguna relación con los de Pablo Iglesias (bien conocidos por aquí). Pero por si acaso hubiera tenido alguna duda, al lado había otro ratón con la bandera estadounidense, y en este caso lo que ponía en el envoltorio era “We can!”. Vamos, que fijo que eran excedentes de alguna campaña para un evento deportivo.
Le hice una foto y la subí a Facebook, con la leyenda “Al loro el ratón que he encontrado en una tienda de Atenas”. Los comentarios no se hicieron esperar, y como tengo amigos de todos los colores, fueron de lo más variados. Me llamaron la atención especialmente el de algunos que nunca serán sospechosos de haber votado a “Podemos”, porque venían a decir que qué era eso de que Podemos utilizara la bandera de España. ¿A ver en qué quedamos majetes? ¿Si no llevan banderas españolas en sus manifestaciones es que no son patrióticos, pero si la utilizan (que, insisto, no era el caso) entonces es que se están apropiando de algo que no les pertenece porque es de todos? ¿Es de todos para todos o es de todos según me venga a mi bien?. ¡Es que hay que ver.!
Pero vamos, que a mí el ejemplo de doble rasero que más me gusta es el de un chiste que me contaron, que es como la vida misma. Resulta que se encuentran dos señoras que hace tiempo que no se ven y una le pregunta a la otra que qué tal están sus hijos, que si ya se casaron, y la otra señora (que bien podría ser mi suegra y seguro que la tuya también) contesta:
– Pues la chica fenomenal, ha tenido muchísima suerte. Se casó con un chico estupendo. Fíjate cómo será que, aunque mi hija no trabaja, cuando él vuelve del trabajo hace la cena, acuesta al niño y si llora por la noche, él es el que se levanta. Vamos, que la tiene como una reina.
– Vaya, qué suerte -dice la otra- ¿y el chico?
– Ay hija, el chico fatal. Para mí que se ha equivocado casándose con esa. ¿Te puedes creer que la vaga de ella ni siquiera trabaja y encima es mi hijo el que tiene que hacer la cena, acostar al niño y levantarse si llora por la noche?
Pues eso, que a ver qué vamos opinando por ahí, que se nos puede ver el plumero.
Lola Larreina para AtenasDigital.com