Hablar por hablar
Levántate el lunes, después de quince días de vacaciones escolares, prepara el desayuno y las comidas de los niños, discute con ellos como todas las mañanas: que si tengo sueño, que si me duele la tripa, que si no quiero ir al cole… Consigue que preparen sus mochilas y se metan en el coche a tiempo. Despídeles en la puerta, date una ducha, vístete y piensa… ¡Por fin, el día es mío y solo mío!… para que media hora después, cuando has empezado a contestar los treinta email atrasados y a hacer la lista de las cosas que no has podido hacer en quince días, te llamen del cole para que vayas a buscar a la niña, que no se encuentra bien. Así de triunfal empezó mi semana.
Nada importante, afortunadamente, pero otra vez a la merced de la niña, que, precisamente porque no tiene nada demasiado serio, y que, aunque es pequeña, no es tonta, sabe pillarte exactamente la medida de la culpabilidad que sientes por haberla mandado al colegio cuando ella ya te había dicho que le dolía la tripa.
Pero bueno, que no me voy a poner trágica con el tema, que bastante suerte tengo de no tener que bregar con un jefe que me mire con cara de “otra vez la niña mala”, que eso lo saben bien las madres que trabajan (también) fuera de casa.
Sobre todo con la semanita que hemos tenido en el Mediterraneo, porque eso sí que es trágico y lo demás son tonterías. Que le ocurre algo a cualquier grupo de europeos y estamos un mes de titulares y de teorías conspiranoicas y se cambian regulaciones de un día para otro. Y el mar se traga a casi un millar de indocumentados que lo único que están intentado hacer es huir de la miseria en las peores condiciones, y a los políticos de turno no se les ocurre ni una idea para solucionar esta catástrofe, que ni es puntual ni, me temo, va a dejar de producirse en breve. Bueno… a alguno sí que se le ocurre alguna idea, como a un ministro español, que propone hundir los barcos. Digo yo, que la verdad no he profundizado mucho en la propuesta, que será cuando no estén cargados de gente, pero yo es que ya no me fío porque es leer la declaración de un político de mi país y no estar segura si estoy en la prensa seria, o en Twitter.
Si es que ya no saben ni lo que dicen. Hablan por hablar porque están en campaña, y luego pasa lo que pasa, que como no están a lo que tienen que estar, tienen “lapsus linguae” y te sueltan, como la secretaria general del partido del gobierno de España, que han trabajado mucho para “saquear” el país. No nos cabe la menor duda. Lo estamos viendo todos los días en las noticias.
Y todavía tenemos que aguantar que un periódico como El País, si mujer, ese periódico que era superprogresista y superindependiente, saque hoy en primera plana (al menos de la versión digital), que realmente no quería decir eso. Pero de verdad, ¿es que se creen que nos chupamos el dedo?. Como decía uno en las redes sociales: “para una vez que un político dice una verdad, lo desmienten”.
Y de Grecia qué te voy a contar que tú no sepas. Seguimos en un “ay” con las negociaciones europeas. Se termina de pagar un plazo de la deuda contraída con “las instituciones”, te parece escuchar un suspiro de alivio generalizado, para a continuación sentir como todo el país vuelve a aguantar la respiración porque la siguiente noticia ya es: pero para el próximo seguro que no hay dinero.
Los rusos creen que la salvación para los griegos es que cojan el dinero del gasoducto, los estadounidenses que firmen un tratado de comercio que, según ellos, va a ser “superventajosoquetecagas”, los chinos que les vendan el Pireo. Todos intentando meter mano, pero pocos intentando echar una mano.
Aunque mira, hoy hemos tenido una noticia que, con toda la cautela, porque ya te digo que últimamente tengo tendencia a no creerme nada que suene bien cuando viene de un poderoso (ya sea en lo económico o en lo político), sí que me ha dado cierta esperanza. Un banco griego, el banco del Pireo, ha condonado todas las deudas por debajo de 20.000 euros a los clientes que hayan solicitado su inscripción en el plan de emergencia humanitaria que el gobierno ha empezado a poner en funcionamiento. Un pasito es un pasito. A ver si le siguen otros.
Y es que, a pesar de que muchos no quieran verlo, cosas como ésta también pasan en Grecia.
Lola Larreina par AtenasDigital.com