El día de la madre
¡Buenos días!. Viernes, sol y fin de semana por delante. No se puede pedir más. Y además, más vale no pedir, porque de todas maneras no va a servir de nada. Seguro que la pobre gente de Nepal (la que lo pudo contar) , después del primer terremoto, agradeció al Dios en el que creyera haber salido de esa y le pidió no tener que vivir otra experiencia así. Pues ¡toma! ¡otro!. No se puede fiar uno de nada. Así que a disfrutar de las pequeñas cosas, que las grandes son un extra, que lo sepas.
Yo, por ejemplo, el fin de semana pasado, me disponía a disfrutar de un par de días de asueto porque aquí, el domingo era el día de la madre. Si, no me mires así. Celebro el día de la madre griego. Y no es que me haya vuelto tan pro-griega como para renunciar a las fiestas patrias propias, sino porque el año pasado celebré el primer domingo de mayo (vamos, más que celebrar, esperaba que me celebraran), y como, por un lado, en el colegio internacional no preparan manualidades para estos fastos, y por otro, aquí los centros comerciales no te meten la festividad hasta en la sopa, en mi casa se enteraron de que era el día de la madre porque me oyeron felicitar a la mía. Y me quedé sin flores y sin regalo. Así que les dije: Pues nada, el año que viene lo celebro con las madres griegas, así por lo menos, cuando me oigáis llamar a España y decir “Felicidades mamá”, tendréis una semana para preparar algo.
Así que me las prometía felices con el programa: nada de madrugar, nada de hacer la comida a los niños para el colegio, mañana de sábado tranquila, cena con amigos y domingo dejándome mimar por la familia.
Lo que yo no sabía es lo originales que eran aquí con esto del día de la madre, que empezó para mí, de una manera inesperada, el sábado por la tarde. ¿Que por qué?, pues porque los avispados de la floristería en la que mi marido había encargado las flores, me llamaron para decirme que a qué hora me venía bien que me entregaran las flores el domingo. Se lo dije y a la vez les hice ver que, poca sorpresa iba a ser si se dedicaban a avisar a todo el mundo el día anterior, a lo que me vino a contestar (era en inglés entre una griega y una española, por lo que traducir literalmente haría muy complicada de entender la conversación), que qué quería, que como me podía imaginar tenían montones de flores que entregar, y que si no se hacían un planning, podían estar perdiendo el tiempo esperando en puertas de casas sin la correspondiente madre dentro. Que lo entiendo, no te digo que no. ¿Pero no podían ser un poco más listos y habérselo preguntado a mi marido en lugar de a mí? Que me llamaron a mi móvil, y tenían el suyo, como él mismo me confirmó cuando le conté la forma tan rara que tenían en este país de dar sorpresas.
El domingo bien, porque llegaron las flores (preciosas, por cierto) y los niños me habían preparado regalitos hechos por ellos. Y luego mi marido me sorprendió proponiéndome que, antes de que les invitara a comer (ellos habían cumplido, ahora me tocaba a mí), nos acercáramos a una fiesta que organizaba una empresa para agasajar a las madres y de la que habíamos tenido noticias porque la jefa nos contó que la empresa de su marido participaba con un “stand” de sus productos.
Yo acepté encantada, claro. Ya me veía saliendo del sarao con una bolsa llena de las estupendas cremas “Exelia” o de la última que han lanzado ,“Éleon” (que además la encuentras en supermercados… Jefa, publicidad gratuíta, para que veas). Pues no. La fiesta no era para las madres realmente (aunque eso es lo publicitaban). Porque ya me dirás tú qué madre abnegada, que se pasa el día sometiéndose a los horarios, los caprichos y las interminables negociaciones de los niños, quiere dedicar el único día del año en el que se supone que ella es la reina, a estar en una especie de parque de atracciones para niños, donde lo máximo que había para madres era una caseta donde te hacían “manicura exprés”. Muy mal pensado. Lo suyo habría sido un recinto donde el padre se quedara con los niños unas horitas, y la madre se dedicara a, por ejemplo, darse un masaje, ver en la televisión lo que ella quiera, comer bombones sin tener que compartirlos y tomarse unos gin tonic con otras madres que prometieran no hablar de niños. Pues no. Ni cremas siquiera. En el stand de la empresa del marido de la jefa, regalaban muestras de “Bio Bebé”, una papilla que será todo lo biológica y todo lo buenísima que tu quieras, pero que a una madre sin bebés no le soluciona mucho, porque además, si se la toma ella, engorda.
En fin, que menos mal que luego nos fuimos a comer a un buen restaurante, de esos que a los postres te ofrecen licores riquísimos y dulces gratis. La verdad es que llegué a casa un poco perjudicada, pero sí, feliz.
Y te dejo, que tengo faenas de esas de madre sin día de fiesta. Y aunque ya sabes que no me gusta hablar de política, a la luz de las últimas noticias de que el gobierno podría plantear un referéndum para ver si la gente quiere que se acepten las condiciones de los socios europeos si no se aclara el tema de las negociaciones, quisiera recordar a unos y a otros (pero sobre todo a
los que dificultan que se llegue a un acuerdo respecto a la deuda de Grecia) que, hace muchos años, a los griegos también se les puso en la tesitura de un “sí” o un “no”, que era un “ocupación” o “guerra”, y eligieron guerra. Vosotros veréis lo que hacéis.
Y para los de Madrid: Feliz San Isidro.
Lola Larreina para AtenasDigital.com