El retorno
Que he vuelto. Mira que me fui con la idea de que, llegado Septiembre, sólo habría dos escenarios posibles: o estaríamos en Madrid empezando el curso como si la aventura griega hubiera sido un tema onírico, o nos encontraríamos de nuevo en Grecia pero con las cosas ya asentaditas y un futuro cierto. Pero no.
Releo lo que escribí el último viernes de junio y alucino con todo lo que ha pasado en estos dos meses. Y puedes llamarme bruja, porque lo de las elecciones ya lo veía yo venir. Claro que yo me lo imaginaba de otra manera, como expuse en mi columna. Porque este periplo referendum-corralito-tercerrescate-dimisión de Tsipras-elecciones no me lo imaginaba yo ni harta de vino (y mira que he sido generosa conmigo misma en este tema durante las vacaciones).
También te tengo que decir que he estado bastante cabreada con la información que se daba sobre Grecia en los medios españoles. Aunque no me hayáis leído por aquí, el mes de Julio estuve de lo más ocupada echando una mano a la jefa a gestionar su estresante agenda de colaboraciones con los medios de comunicación. No veas qué trajín. Y las peticiones de los compañeros periodistas, para morirse: “Oye, ¿no conocerás tú a alguna familia que lo esté pasando muy mal con esto del corralito? ¿Sabes tú en qué zona podemos encontrar las colas más largas frente a los cajeros o donde se peleen? ¿Algún supermercado donde las estanterías estén vacías?”
Algún día tuve la oportunidad de reprochárselo a los periodistas que se preparaban a hacerle una entrevista a la jefa, y me reconocían que sí, que estaban de acuerdo, pero que qué podían hacer, si eso es lo que les pedían sus jefes. Carnaza. Eso es lo que buscaban.
Pero fíjate tú que para chulos, los griegos. Ellos impasibles. Todo el mundo tan tranquilo. Bueno, tranquilos no, pero serenos hasta decir basta.
Y el momento referéndum. Hija qué emocionante. Porque no me negarás que el hecho de que un pueblo esté de acuerdo en más de un 60% no es para que se te ponga la carne de gallina. Si, ya sé que a posteriori los jerifaltes europeos, y en concreto los alemanes, se pasaron el resultado por la Puerta de Brandeburgo. Y eso es lo que ha sentado de pena. Tras la exaltación democrática y patriótica que vivieron los griegos ese domingo 5 de Julio, llegó el jarro de agua fría de los términos del tercer rescate. Y tras eso la pérdida del apoyo a Tsipras de su propio partido. Y su dimisión. Y la nueva convocatoria de elecciones. Esto es un no parar.
Como me dice la jefa: “En las etiquetas de los artículos no pongas solo Elecciones Grecia, pon el día y el año”. Lógico. Desde que ella llegó en 2007, se han celebrado 4 elecciones generales. La próxima será la quinta. En 8 años.
En fin, que estamos de nuevo de campaña. Y de aquí al 20 de Septiembre (fin de semana en el que los niños volverán a tener puente) tendremos muchas cosas que comentar, porque las encuestas ya están en la calle. Y eso aquí siempre da mucho que hablar, sobre todo después de las del referéndum, que daban todas la ventaja al Sí, y ya viste lo que acertaron (es lo que tiene inventárselas, claro).
Pero hay un par de cositas que a mi me gustaría resaltar habiendo vivido en primera persona estos meses convulsos (bueno, julio especialmente) y a las que me parece que los medios extranjeros no han querido dar la importancia que, a mi juicio, se merecen.
La primera es la celeridad y eficiencia con la que los griegos organizaron el referéndum. En una semana. Sin quejas. Sin denuncias de pucherazos. Con mucha gente empezando sus vacaciones y teniéndose que desplazar a sus demarcaciones electorales. Cambiando planes y organizando viajes. Conozco a varios que estaban en el extranjero y vinieron a Atenas a ejercer su derecho democrático. Sin alharaca ni dudas. Y sin problemas administrativos. Que no hace falta que te recuerde cuántos españoles residentes en el extranjero se quedaron sin poder votar en las elecciones municipales y autonómicas, y las habían convocado meses antes.
Y la segunda, que ya he comentado más arriba, es la serenidad con la que los helenos han encarado estos momentos complicados. Porque aunque es cierto que en estos meses no se ha hablado de otra cosa, me ha sorprendido que los conflictos violentos hayan sido puntuales y anecdóticos. Y eso que esto ha sido -sigue siendo de algún modo- una olla a presión.
¿Y qué habrá sido lo que habrá hecho que pudieran tener esa tranquilidad con la que estaba cayendo? ¿Que el gobierno haya puesto las cartas sobre la mesa y haya consultado al pueblo su opinión? ¿que el Primer Ministro fuera a “negociar” a Europa con un mandato firmado por todos los líderes (todos los democráticos, vamos, ya sabemos que el partido comunista se negó y a los nazis ni les llamaron)? ¿Que ante el “zas en toda la boca” de los términos del tercer rescate Tsipras haya dimitido? ¿Que se vuelvan a convocar elecciones para que el pueblo pueda volver a decidir quien lleva las riendas de su país?
Desde luego, hay que reconocer que estos griegos son raros. Tanta consulta democrática, tanta dimisión, tanto pedirle su opinión al pueblo. Ni que hubieran inventado la democracia, oye. Esto en España no pasa.
Pues nada, como dicen aquí en cuanto terminan las vacaciones “Kaló Fthinóporo” (Buen otoño). Y vamos a ver qué nos depara esta temporada.
Lola Larreina para AtenasDigital.com