El uso del dinero de plástico aumenta en Grecia debido a controles de capital
Yanni Chryssoverghis. Atenas, 2 nov (EFE).- Un coche entra en una estación de servicio de Atenas y, a medida que se acerca el empleado, el conductor hace la pregunta más repetida desde la imposición de los controles de capital en junio pasado: ¿Se puede pagar con tarjeta?.
Tras recibir una respuesta afirmativa, el cliente sale de su automóvil y pide que le llene el depósito.
Mijalis, el responsable de esta gasolinera, prefiere que le paguen con dinero de plástico.
«Con el control de capitales, ha aumentado sensiblemente el número de clientes que pagan con tarjeta. Con menos billetes en la caja se reduce también el riesgo de atraco», explica a Efe este pequeño empresario.
Antes de la imposición de los controles de capital y del corralito, que duró tres semanas, Grecia tenía la proporción más baja de Europa en pago con tarjetas bancarias.
Tan solo el 6 % de las operaciones se hacían co dinero de plástico, según el INEMY, el instituto de estudios económicos ligado a la Confederación Nacional del Comercio (ESEE).
Desde el 29 de junio, día en que se decretaron los controles, el uso de las tarjetas ha aumentado un 135 % y los mayores incrementos se han registrado en supermercados (234 %), servicios sanitarios (206 %) y gasolineras (193 %), de acuerdo con el INEMY.
Eurobank estima que los pagos con tarjeta alcanzarán los 7.300 millones de euros este año, frente a los 6.200 millones de 2014.
El cambio se debe a la masiva emisión de tarjetas de débito que llevaron a cabo los bancos para paliar las limitaciones a la retirada de efectivo, que sigue teniendo un techo de 420 euros semanales.
Desde la imposición de los controles hasta principios de agosto se emitieron 1.100.000 tarjetas, en comparación con las 100.000 tarjetas mensuales que se dispensaban antes.
Muchos comercios que no disponían de datáfonos debieron hacerse con uno, mientras todos los bancos iniciaron campañas publicitarias en televisión para promover estos aparatos.
Conforme a las estimaciones de la Confederación Nacional del Comercio, a finales de año habrá 200.000 datáfonos en los comercios, frente a los 157.000 de 2014.
Sus previsiones son que, para que se generalice por completo el uso del dinero de plástico, es necesaria la instalación de otros 400.000 aparatos.
Sin embargo, algunos empresarios y consumidores muestran reticencias.
Varias gasolineras, en su mayoría situadas fuera de los centros urbanos, aceptan solo el pago en efectivo.
Los primeros días del corralito también hubo supermercados que siguieron esta política.
«Personalmente prefiero las transacciones en efectivo, pero la tendencia es la generalización del uso del dinero de plástico», dice a Efe Pandelís, carnicero de un barrio de Atenas, que cree que la sociedad «necesita tiempo para acostumbrarse».
Evgenía, trabajadora social, se resiste a utilizar la tarjeta en sus compras diarias.
«Si pago en efectivo puedo controlar mejor mis gastos. Sé que tengo una cantidad de dinero precisa para gastarla en un tiempo preciso. Con la tarjeta tengo miedo a malgastarlo», explica.
El Gobierno del izquierdista Alexis Tsipras vio en la generalización del uso del dinero de plástico una herramienta para luchar contra la evasión fiscal.
El incremento de los ingresos del Estado a través del impuesto sobre el valor añadido (IVA) este verano, a pesar de la reducción del consumo a causa del corralito y de los controles de capital, dio la razón a este argumento.
En septiembre pasado, el ministro adjunto de Finanzas de Grecia, Trifon Alexiadis, propuso hacer obligatorio el pago con tarjeta de los servicios que prestan médicos, abogados, fontaneros, electricistas y otros profesionales que generalmente se rigen por el estatuto de los autónomos, ya que es un sector con altas cuotas de evasión fiscal.
La oposición de los médicos, que consideraron que se ponía en riesgo el secreto profesional, provocó una oleada de duras críticas contra ellos en las redes sociales.
Alexiadis les propuso, entonces, un mecanismo que permite el pago electrónico sin menoscabar el secreto profesional.
Petros, fontanero de profesión, se muestra escéptico sobre los resultados que puede arrojar la medida si finalmente se adopta.
Admite que algunos fontaneros y electricistas «se ven obligados a una cierta evasión fiscal» para hacer frente a la competencia desleal.
Este autónomo explica que hay personas cuyo trabajo puede ser de muy mala calidad, pero ofrecen precios mucho más bajos que el resto porque no pagan impuestos. EFE