Cambio de guardia
Hay que ver cómo están cambiando las cosas en el mapa político internacional. O al menos en la parte del mapa en la que se habla español. Empezaron los argentinos hace unas semanas y les han seguido los venezolanos hace unos días. No hace falta que te recuerde que en 18 días son las nuestras, las españolas. Ya tengo la papeleta preparada para ir a votar a la embajada. ¿Habrá también cambio en “la madre patria”?.
Pero no es de este cambio de guardia del que te quería hablar, sino de uno de verdad. ¿Has visto alguna vez a los soldados de la plaza de Sintagma, frente a la tumba del soldado desconocido? Pues yo no los había visto. Ya sabes lo que pasa: vienes a vivir a un país y, como no estás de turismo, piensas que ya tendrás tiempo para hacerlo y se te pasan los meses. Bueno, no es verdad que no haya visto a los soldados antes, que en las ocasiones en las que hemos tenido visitas, sí que hemos paseando por la plaza (si no había manifestaciones o mítines, que han sido muchos en los años que llevo yo aquí) y les había visto ahí inmóviles en sus garitas y con gente haciéndose fotos a su lado. Pero lo que sí es cierto es que no había visto nunca el cambio de guardia. Nunca había coincidido.
Esta semana, que tuve que ir al centro a un tema, de repente, entre toda la gente que paseaba tranquilamente por la calle de “La Reina Sofía” (y no, no se refiere a la nuestra, como creen muchos turistas españoles que vienen por aquí, sino a su abuela), veo a tres soldados vestidos de la guisa que había visto a los otros en las garitas, ir bajando por la calle hacia la plaza seguidos por otro soldado vestido más de nuestra época, marchando con paso marcial (y sin perderlo), y consiguiendo no llevarse por delante a ninguno de los transeúntes que, en su mayoría griegos, no parecía estar mínimamente sorprendidos por su presencia.
Mira tú por donde, me dije, hoy que estoy sin turistas visitantes, voy a ver el cambio de guardia. Y ahí que me fui a ponerme en primera fila.
Ya sabes que no soy mucho de demostraciones militares, pero es que esto, más que militar, es una demostración atlética (no, de mi “Atleti” no: de ejercicio). Lo primero qué pensé: ¡qué altos!. Lo segundo: ¡qué fuertes!, y lo tercero: ¿qué necesidad hay de tener a estas criaturitas así vestidas y haciendo estas cosas?.
Así que de vuelta a casa me puse a documentarme. Se llaman “Evzones”, aunque también se les conoce por “Tsoliás”, y es la guardia presidencial (en otras épocas, real). Las vestimentas tan características que llevan se inspiran en el uniforme que llevaban los “Kleftés”, soldados que combatieron en la guerra de la independencia contra los turcos. Le han añadido unos toques simbólicos a algunas de las partes del uniforme que se compone de:
Farión, que es el gorrito rojo muy parecido al fez turco, pero más redondeado, con una borla de seda negra, que, por lo visto, tienen que tener bien colocada delante de un ojo cuando están quietos, porque simboliza las lágrimas vertidas por los caídos en guerra.
Doulámas,: la túnica que llevan por encima del uniforme, y que es kaki claro en verano y azul oscuro en invierno.
Fustanella, la faldita, hecha con 30 metros de algodón y con 400 pliegues que representan los 400 años de ocupación otomana.
Ipodítis, una la camisa blanca con mangas anchas.
Fermeli, la faja bordada. Si tiene bandas amarillas, y dependiendo del número, indican el rango militar del que las lleva.
Krosia, que es una especie de cinturón de flecos en blanco y azul y que representa a la bandera griega.
Epiknemídes o kaltsodetes, o lígas, de seda negra.
Periskelídes, las medias. De lana. Dos en cada pierna. Todo el año.
Anapastos, o ligas interiores que mantienen las medias en su sitio, que ya tienen trabajo teniendo en cuenta las subidas de pierna.
Y los Tsarújia, los zapatitos rojos con pompones negros (y a lo que en ningún sitio he logrado encontrar explicación, a ver si algún lector nos ilumina). Llevan por debajo o 60 o 120 clavos, por eso ese sonido tan característico cuando van marchando o cuando dan el zapatazo en el suelo. Kilo y medio pesa cada zapatito. (A tener muy en cuenta cuando están levantando la pierna y dejándola paralela al suelo).
Cada hora del día, a las en punto en su versión simplificada, y los domingos a las 10:45 en plan de gala, estos soldados, que pertenecen a un cuerpo considerado de élite (de élite no sé, pero lo del cuerpo, ya te confirmo yo que lo tienen muy bien formado) hacen el cambio de guardia, que consiste en una coreografía de pasos con las piernas en alto y movimientos lentos que, la verdad, cuando piensas en los dos pares de medias, las ligas y el kilo y medio de cada zapato, te empieza a doler el cuádriceps una barbaridad.
Para poder ser parte de este cuerpo, tienen que medir mínimo 1,87 (y acordarse que estamos hablando de griegos, no de noruegos), haber cumplido al menos 6 meses de servicio militar, ser capaces de levantar la pierna lentamente hasta la altura del hombro y estar dispuesto a pasarse inmóvil 100 horas al mes, vestido de “lagarterana” (con todos mis respetos) y aguantando sin hacer un gesto todas las gracias de los turistas que les acosan, porque, aunque haya un soldado (el que va vestido normal) que se preocupa por colocarles bien los pliegues y las borlas, secarles el sudor y asegurarse de que no les toca nadie, el acoso existe.
Yo ya he decidido que, a votar a la embajada, me voy a llevar a los niños. Primero para que vayan siendo conscientes de su ciudadanía y de los derechos y deberes que conlleva. Y luego me los voy a llevar a ver a los “Evzones”, para que aprendan lo que es estar quieto de verdad.
Lo de encontrarle sentido a querer ser parte de este cuerpo de élite, ya te lo dejo a tu criterio.
Lola Larreina para AtenasDigital.com
La borla de los zapatos procede de la época de la ocupación turca, ya que fabricaban los zapatos terminados en una punta afilada que utilizaban como arma. Para ocultarla ponían la borla. Al menos eso me contaron en alguna de mis visitas a los evzones.