Quejas
Una cosa muy de expatriado es (en muchos casos, que no digo yo que sea en todos) dedicarse a comparar países llegando casi siempre a la conclusión de que como en casa en ningún sitio. Yo misma he metido alguna que otra puyita a las costumbres e idiosincrasia helénica desde estas líneas, no lo voy a negar.
Es una cosa normal. De repente te sientes desarraigado, echas de menos el terruño, no puedes mandar a hacer puñetas a nadie a gusto…y eso te hace concentrarte en las cosas negativas, o al menos diferentes. Y hay que tener mucho cuidado, porque eso puede llegar a amargarte la vida, que eso lo he visto yo con mis propios ojos.
Si eres una expatriada recién llegada a Grecia, o si no has superado todavía esa fase de adaptación, hay muchas cosas que puedes hacer para sobrellevar el tema.
Puedes juntarte con amigas, despotricar un poco de lo que te fastidia y luego darte cuenta de que lo estás haciendo mientras te tomas un margarita en una playa semidesierta con un agua azul turquesa un martes de mayo, por ejemplo.
Puedes darte una vuelta por el centro, quejarte mucho del tráfico y de esa difícil relación peatón-aceras-coches que hay en esta ciudad, a la vez que levantas la cabeza y ves el Partenón.
Puedes poner el grito en el cielo por lo que les cuesta a los griegos cumplir las normas y hacerlo mientras en una taberna de esas chiquititas y cucas le preguntas a los otros comensales si les importa que te fumes un cigarro y que te digan que no, y no tener que salir al frío pelón que ha hecho esta semana.
Hay muchas cosas que hacer para darte cuenta de que estar fuera de tu país tiene muchas desventajas, pero también muchos alicientes. Pero si no te apetece ninguna de ellas y tu morriña no te deja ni salir de casa, te recomiendo una que, sin duda, funciona: siéntate delante del ordenador y léete un periódico de tu país.
Yo lo hice ayer. No porque anduviera buscando evasión a mi realidad, que una la tiene ya muy asumida, sino porque me gusta estar bien informada, ya lo sabes.
Puedes encontrarte, por ejemplo, con este titular: “Navalcarnero (que es un pueblo de la comunidad de Madrid) no encuentra una escultura que costó 350.000 €” ¿Cómo te quedas? Porque vale, una puede entender que con tanto cambio municipal y tanto trajín de poner y quitar bustos, se haya extraviado una escultura que a lo mejor al nuevo regidor le parecía horrorosa o fuera de lugar. Pero cuando te pones a leer la noticia entera y te cuentan que la escultura en cuestión es un paso de semana santa (o sea, de esos que se supone que son para sacar en procesión), que consta de trece figuras de 1,70 cm cada una, ya te mosqueas. Pues nada, que no la encuentran. Que consta que se ha pagado, que incluso hay un albarán que dice que se ha recibido. Pero el escultor está en paradero desconocido, en el almacén donde se supone que se hacen las esculturas a partir de los moldes solo tienen dos, que no les han pagado, y no les han entregado más moldes. Y hasta el cura de la parroquia dice que él no ha visto nada, y que de todas maneras, no se puede sacar en procesión un grupo escultórico de ese tamaño y además, ni siquiera cabe en la iglesia.
Puedes enterarte también, leyendo nuestra prensa, de que un periodista con altas audiencias (sobre todo entre los taxistas, otra vez el misterio) puede decir en su programa que se alegra de no llevar pistola porque si lo hiciera lo que le gustaría es pegar un tiro a unos cuantos políticos de un partido con el que, evidentemente, no comulga. Y quedarse tan pancho.
Puedes alarmarte (o reírte, o llorar) al saber que el Ministerio de Cultura ha otorgado un premio de mucho renombre a otro periodista “a título póstumo”, cuando el periodista en cuestión está vivito y coleando.
Puedes echarte las manos a la cabeza y poner carita de emoticono agobiado cuando lees que al presidente del gobierno en funciones (sí, más de un mes después de las elecciones y todavía sin gobierno) se la han metido doblada en un programa de radio de coña y le han hecho creer que le llamaba el nuevo presidente de la Generalitat catalana para concertar una reunión, y que el señor que nos ha estado gobernando durante cuatro años no solo se lo ha tragado enterito, sino que dice muy tranquilo “tengo la agenda muy libre, te llamo el 25 y quedamos”.
Y no sigo porque se me acaba el espacio del artículo. Y no te digo yo que, probablemente, si supiera leer griego, encontraría muchas noticias similares en los periódicos de aquí. Pero vamos, que como dice aquel humorista “ahora vas, y te quejas” ¿Estamos bien en Grecia o no?
Lola Lareira para AtenasDigital.com
Yo no me vine a Grecia ni por trabajo, ni por escapar de España. Me vine consciente de querer venirme. De hecho era un sueño que tenía desde pequeña. Y si, a veces, incluso con todo mi amor heleno, la Grecia moderna me saca de mis casillas. Eso si, si tuviera que volver, diría no. Este país tiene sus mil demonios corriendo entre sus calles para volvernos locos a todos, pero a la vez, tiene corazón, tiene chispa y tiene algo que ninguno de los otros paises tiene. Ese algo que pase lo que pase, te ayuda a estar bien. Sin reservas. Estamos bien en Grecia, muy bien 🙂