De partos y tradiciones
Mientras el resto de Europa se están pelando de frío, nosotros estamos disfrutando (aunque no hay unanimidad en cuanto a las fechas) de lo que aquí se conoce como “las Alkionides”, o al cambio, la semana de invierno en la que hace buen tiempo.
Las fuentes no terminan de ponerse de acuerdo en si se llaman así por las hijas de Alcioneo, que tras ser éste derrotado por Hercules se lanzaron desesperadas al mar y Zeus, que sintió penita, las convirtió en martines pescadores, o si el nombre viene de Alkioni, la hija de Eolo, que estaba casada con un tal Ceyx y a los que le daba por llamarse amorosamente el uno al otro Zeus y Hera, cuestión que no sentó nada bien al dios del olimpo y mandó al marido al mar a morir en una tormenta y a ella la convirtió en martín pescador.
En todo caso, en lo que si están de acuerdo las fuentes es que unas u otra terminaron convertidas en pájaros, ya fuera por el buen rollo o el mal rollo de Zeus según el caso (si este dios hubiera ido a una terapia de control de la ira, la mitología no existiría, desde luego). Y como complemento al don/castigo, instauró estos días de buen tiempo para que pudieran tener sus polluelos. Fíjate tú, qué detalle.
Así que con las ganas que te dan de salir cuando hace esta temperatura y este sol, aproveché para irme a conocer a la “polluela” de mi amiga Marta, la preciosa Clió, de dos mesecitos, y que me contara como había sido su experiencia (la madre, claro).
Marta está casada con un griego y dio a luz en un hospital público y sin epidural (con dos…). La opción, en principio, no fue suya. Ya sabes, los recortes. Pero te diré que por su boca sólo salieron elogios para las personas que la trataron y el servicio que le dieron, que siempre se nos centramos en lo negativo.
De su nube de madre recién estrenada a la que todo le ha salido estupendamente en ese momento que tanto tememos todas, le vino a bajar el tener que enfrentarse a las tradiciones locales fuertemente arraigadas en los mayores de las familias griegas.
Al principio sólo fueron percepciones de que algo no iba bien al, por ejemplo, ver la cara de su suegra cuando la vio dispuesta a irse de paseo con su hija a los pocos días de volver a casa. O al comentarles que habían invitado a unos amigos a cenar a casa. Y como a mi amiga le gusta llegar al fondo de las cosas, se puso a indagar entre sus amistades y descubrió el “maravilloso mundo de la cuarentena ortodoxa”.
Dice la Iglesia Ortodoxa (y esto documentado en la propia fuente, nada de habladurías) que la mujer no debe salir de casa hasta que no hayan pasado 40 días después del parto, ya que es impura (aquí hacen un inciso para aclarar que “impura”, no quiere decir que sea “en pecado”, aunque haya tenido sexo con un hombre, sino que es porque se consideran impuro “todo lo excretado por el cuerpo” -aquí imaginar un emoticono con los ojos muy abiertos-), y por eso la primera salida de la madre tiene que ser a la iglesia, donde el cura cogerá al bebé (en ese momento para él aún excremento, digo yo) y lo purificará, tras lo cual rezará una oración y permitirá a la madre entrar, donde a su vez será purificada por los saludos y abrazos de los presentes. Todo muy normal.
Y durante los cuarenta días anteriores a esta purificación, madre e hijo en casita con la pata quebrada. Por lo visto siempre ha sido muy generalizado en Grecia el que el pediatra visite en la casa, e incluso que se alquile una báscula para que puedan pesar al bebé “in situ”. Y nada de salidas, ni de visitas, no se vayan a contagiar de la impureza.
Únele a eso el que te niegues a ponerle a tu hijo, como es también tradición, el nombre de tu suegro (que se puede llamar, por ejemplo “Epaminondas”). Y no te digo ya nada si decides que no le vas a bautizar, porque algunos siguen pensando que, aparte de que le vas a condenar para la eternidad, es que ni siquiera le puedes poner nombre hasta que le bauticen. Le llaman bebo, beba, bubú y cosas así. Y aprovecho para decirte, por si te encuentras en el caso, que hace casi cincuenta años que puedes registrar a tu hijo nada más nacer con el nombre que tú quieras sin tener que aportar ninguna partida de bautismo.
Pero vamos, que como le dije yo a Marta, hija mujer, mírale el lado bueno… durante cuarenta días, te libras de verle el careto a la familia de tu marido y de que se te llene la casa de tías lejanas que te mangonean al bebé y te cuentan sus partos.
Y aunque no creo que las Alkionides nos vayan a durar mucho más, yo la semana que viene libro, que tenemos la “semana blanca” en el cole y los polluelos de mi menda requieren atención, aunque ya estén más creciditos. Nos vemos en quince días.
Lola Larreina para AtenasDigital.com