Ortografía
No se si te has enterado de lo que pasó en la apertura del “Congreso de la Lengua Española”, que se ha celebrado esta semana en Puerto Rico. Pues resulta que lo inauguró Felipe VI, y lo retransmitieron por la cadena pública del país, y, por si alguien no sabía quien era el susodicho, le rotularon en la pantalla: “Su magestad, el Rey de España, Felipe Vi”. Si, como lo ves, la errata no es mía, majestad con G. A mi es que se me cayó el alma a los pies.
Que vale, que todos cometemos faltas de ortografía. A mí misma se me coló una en el último artículo. Igual ni te diste cuenta porque afortunadamente me avisaron y lo corregí, que es lo que tiene la cosa digital esta. ¿Pero precisamente en el congreso donde se va a hablar de lo que vale o no vale en la lengua española?. No quiero ni pensar en el pobre que cometió el error. Yo me muero.
Pero, al margen de la anécdota, y aunque soy una ferviente defensora de escribir correctamente, con todos sus acentos y signos de puntuación incluso en los mensajes del móvil, de todos es sabido que los idiomas evolucionan con el tiempo. Tenemos, sin ir más lejos, nuestro castellano antiguo, que casi nada tiene que ver con nuestro actual lenguaje.
Bueno, pues lo del griego ya es la repera: pueden estar hablando el mismo idioma, y tres distintos a la vez. Me explico: griego serían todos, pero dependiendo del momento histórico, el griego sería “antiguo”, “kazarévusa” o “dimotikí”. Te lo cuento, y aclaro que la siguiente información se la he “fusilado” a la jefa de un artículo que escribió en “Gramática griega”, para que no me acusen de plagiadora. (con permiso ¿eh?).
Para explicarlo de una manera simplificada y que no me caigan encima expertos lingüistas que me pongan la cara roja (podría incluír “la koiné” y el griego bizantino, pero ya me parece pasarse), diré que el Griego antiguo, conocido por todos, y sufrido por unos pocos, entre los que me encuentro, era el hablado por los sabios de la Grecia clásica. De coincidencia con el actual griego moderno, tiene más o menos lo mismo que el latín con el castellano de nuestros días. O sea, poco.
El Kararévusa ( o puro) era el idioma culto y escrito que existía después de la época bizantina. Era conocido por una minoría. El resto de los los griegos hablaban (pero no escribían) el dimotikí (o popular).
Lo peor del caso es que la «cuestión» lingüística se politizó, los partidarios del dimotikí fueron acusados, en ocasiones, de inclinaciones pro-rusas y aun pro-bolcheviques. Desde 1923 a 1964 el dimotikí continuó siendo la lengua de los primeros cursos de la escuela (salvo durante el gobierno de C. Tsaldaris en 1935-36); en 1964, el Partido del Centro colocó a ambas lenguas en igual plano, aunque el estudio del dimotiki raramente sobrepasó la clase de los 14 años.
Más tarde, durante el gobierno de los Coroneles, el kazarévusa fue declarado otra vez lengua oficial (1976), el dimotikí quedó restringido a los cuatro primeros grados de la escuela primaria. Vino luego la reacción, con el cambio de régimen: en 1976 el dimotikí fue declarado lengua oficial: de la educación y la administración.
Luego, con el triunfo del partido PASOK, se introdujo en 1982 el llamado sistema monotónico, una reforma ortográfica que abolió los espíritus (los simbolitos raros encima de las vocales, no los sobrenaturales) e hizo escribir sin acento los monosílabos (con excepciones) y con un solo acento los polisílabos.
O sea, que todas las palabras de más de una sílaba llevan “tilde” donde recae el acento, con lo que nunca te lías con las llanas, las agudas o las esdrújulas. Creo que es la parte más fácil de este idioma.
Pero por si os puede parece poco complicado que el griego se escriba con otro alfabeto, os diré que los signos de puntuación tampoco coinciden en su totalidad con los nuestros. Un punto es un punto, una coma es una coma y dos puntos son dos puntos, (como diría el presidente del gobierno en funciones de España) pero ¡ay!, nuestro punto y coma lo utilizan los griegos como signo de interrogación (sólo al final de la frase), y si lo que queremos es escribir un punto y coma, lo haremos colocando un punto, pero no donde lo pondríamos normalmente, sino en la parte de arriba de la frase. (O sea, como si a los dos puntos se le hubiese caído el de abajo). El signo de exclamación es igual, pero sólo colocado al final de la frase.
Curioso, ¿verdad?, como dice el refrán, “nunca te acostarás sin saber una cosa más”.
Pero vamos, que desde aquí animo a mimar las lenguas y a intentar usarlas con corrección. Como le gustaba a nuestro premio Nobel Camilo José Cela de quien se cuenta que en cierta ocasión se estaba quedando frito en una sesión del senado, cuando el presidente de la Cámara Alta le llamó la atención: “Señor Cela, está usted dormido”, a lo que él contestó: “No señor, no estoy dormido, me estoy durmiendo”. “¿Y no es lo mismo?”, replicó el presidente. “Pues no señor, no es lo mismo -dijo Cela-, igual que no es lo mismo estar jodido que estar jod…” Bueno, ya lo dejo. buen fin de semana.
Lola Larreina para AtenasDigital.com