Organizaciones de salvamento reducirán su presencia ante descenso de llegadas
Ana Mora Segura. Mitilene (Lesbos), 18 abr (EFE).- Los equipos voluntarios de salvamento que viajaron a Lesbos para rescatar a los refugiados que cruzan el mar se plantean reducir su presencia ante el descenso de llegadas, un mes después de firmarse el acuerdo de migración entre la Unión Europea y Turquía.
La vigilancia constante de las autoridades turcas y la guardia costera griega en las últimas semanas ha reducido drásticamente la llegada de lanchas a la isla de Lesbos, hay días en que como mucho arriba un centenar de refugiados, una cifra mínima comparada con los 5.000 que lo hacían en los momentos álgidos de la crisis.
El descenso del flujo de botes provoca que las organizaciones de rescate se planteen retirarse de Grecia o por lo menos reducir su presencia, como las españolas Proactiva Open Arms de Badalona o ProemAid de Sevilla.
José Antonio Reina, presidente de ProemAid, cuenta a Efe que los barcos de Frontex y de los guardacostas no pueden detener a todos los que quieren cruzar y alguno se les escapa.
Por eso, siguen practicando maniobras todos los días y vigilando la costa, porque aunque de momento las autoridades impiden casi todas las llegadas, tomar la decisión de marcharse es complicado.
Los costes de replegar una base y trasladar a todo un equipo de vuelta a España o a otra zona son muy altos.
El miedo a marcharse y que las llegadas masivas de lanchas se reanuden hace dudar a ambas organizaciones, que van a reducir su presencia manteniendo un equipo mínimo para optimizar recursos hasta que puedan tomar una decisión definitiva.
Hace 12 días que no llega nadie a la costa norte de Lesbos, donde tiene su base Proactiva Open Arms.
Ellos, que llegaron a asistir hasta 150 botes al día, mantienen las patrullas, pero también se dedican a otras labores, como la limpieza de playas y acantilados, donde se acumulan los restos de embarcaciones y chalecos salvavidas.
Colgándose con cuerdas para descender hasta las rocas, cargan toda esta basura en botes de refugiados que reciclan para esto, y la trasladan a un vertedero en el que dos montañas de chalecos salvavidas son testimonio de este drama.
«Ver a un padre que te entrega a un niño de menos de un mes aunque seas una persona desconocida porque solo quiere salvarle, pasar 30 horas sin comer ni dormir, sin parar de sacar gente del agua. Son demasiados recuerdos, más de los que se debería tener», cuenta Anabel Montes, socorrista y patrona de una de las embarcaciones de Proactiva Open Arms.
Todos esperan no tener que volver a rescatar a nadie, pero no porque les impidan salir de Turquía sino porque no sea necesario.
«No veo que sea eficaz un acuerdo de estas características, porque estamos ofreciendo a otro país que se quede con un problema, en vez de resolverlo. No va con mi filosofía de vida ni con la de muchos ciudadanos» afirma Reina.
Ambas organizaciones sopesan la idea de trasladarse a Italia, ante el blindaje de la frontera griega con Turquía y el peligro de que se abra una nueva crisis migratoria desde Libia.
Aunque el número de refugiados que llegan es cada vez menor, en Grecia hay más de 53.000 personas repartidas por el continente y las islas, en centros del gobierno, en tiendas de campaña o en centros de detención, que siguen esperando una salida.
La fundación Mensajeros de la Paz y Remar es la única que permanece en el centro de detención de Moria, donde dan de comer a 2.000 personas al día.
Las demás organizaciones no gubernamentales y asociaciones que realizaban labores en Moria se fueron como protesta cuando se convirtió en centro de detención, pero ellos siguen trabajando porque «los que saldrían perdiendo serían los más necesitados», explicó a Efe su presidente, el padre Ángel García.
«Europa va a salir adelante. Europa ha sabido poner normas para que las gallinas no estén hacinadas, para que haya un aforo máximo en las salas de cine. Europa sabe hacer las cosas. Pero en estos centros hay capacidad para 1.000 – 2.000 personas y en realidad hay 5.000. Y en los CETI de España y Melilla, hay el doble», dice el padre Ángel.
A pesar de las contradicciones, mantiene la esperanza en la capacidad de Europa para solucionar esta crisis.
El padre Ángel intenta conseguir un crucero para dejar estático en el puerto del Pireo, donde se puedan instalar familias de refugiados que hasta ahora viven en tiendas de campaña o sobre mantas en salas de espera y hangares.
El descenso de llegadas cuando se cumple un mes tras la firma del acuerdo es un parche y aquellos que han estado meses salvando vidas temen que no será suficiente, la crisis de migración no desaparece, solo cambia de lugar. EFE