La Historia como «Odisea» en 150 aniversario del Museo Arqueológico de Atenas
Óscar Valero. Atenas, 13 oct (EFE).- La Historia entendida como acumulación de los recuerdos a través del viaje y construcción de nuevas patrias es la idea central de la exposición «Odiseas» con la que el museo Arqueológico de Atenas celebra su 150 aniversario.
Nadie mejor que el museo para atestiguarlo, ya que desde su fundación en 1866 ha vivido la tumultuosa historia del país: ha visto pasar seis reyes, desastres financieros (el primero en 1893), dos Juegos Olímpicos en Atenas, guerras y la expansión del territorio hasta nuestros días.
El territorio griego ha sido escenario del intercambio con culturas de Mesopotamia o del norte de África y sus habitantes se convirtieron en expertos viajeros y navegantes.
La primera parte de la exposición está dedicada al viaje, como construcción de la historia de los pueblos, simbolizada en una pequeña figura realizada en Grecia, pero inspirada en la diosa de la fertilidad Astarté, o una joya de influencia celta, que se nutre de la comunicación mutua.
Parte de esta idolatría de los griegos por el viaje se puede ver en la detallada miniatura en bronce de un barco en el que se observan trazas de su tecnología, y en una rudimentaria ancla conservada en muy buenas condiciones.
No obstante estaría incompleto hablar del viaje sin los mitos que perseguían a los marineros, como Poseidón, dios cuyo favor esperaban todos ellos nada más zarpar, y cuya estatua en bronce cierra esta parte de la exposición; o de las sirenas, terribles criaturas que podían llevar a los barcos a pique atrayéndolos con sus cantos, y que observa en mármol desde el otro lado de la sala.
Nada mejor que el personaje de Odiseo, el astuto que tuvo la idea de colar un caballo de madera en la ciudad de Troya, y al mismo tiempo origen del término «odisea», para adentrarse en la segunda parte, la más sustanciosa, de esta muestra.
Erosionada por el agua y el salitre, con una superficie áspera que pareciera querer camuflarse con el propio mar donde fue encontrada, una imponente estatua del propio Ulises (Odiseo para los romanos) nos recibe barbudo y digno a pesar de su desgaste.
Estamos entonces desplazándonos hacia la sección «Ítacas», que habla de la creación de la patria y la nación a través de elementos básicos, a veces soterrados, y fundacionales como la religión o la guerra, relacionadas sin duda con las vivencias más contundentes del ser humano: el eros (la creación) y la muerte.
La sensualidad y el movimiento de la efigie de una disputa entre Afrodita, Pan y Eros se contrapone a dos hieráticas figuras funerarias rituales situadas en la siguiente sala, dos contrarios necesarios para cohesionar las sociedades.
Por último, en el tramo nombrado «Éxodos», los organizadores de la muestra han instalado varios símbolos, a priori poco relacionados entre sí, pero con los que han querido destacar lo inmutable de la Historia; un recordatorio de que a pesar de los siglos, los seres humanos siempre buscan las respuestas a las mismas preguntas.
Es el caso de la belleza -representada en una estatua de un atleta anónimo del 100 a.C., copia de un trabajo de cuatro siglos antes del escultor Polykleitos- o la obsesión por dividir y medir el tiempo -a través del mecanismo de Anticitera que, aunque no está presente en la muestra, sí tiene reservado un lugar de honor-.
Entre las luces tenues de la exposición se puede escuchar y leer como la voz de poetas griegos modernos como Odiseas Elytis o Yorgos Seferis, dialogan con los creadores de la tradición, y del imaginario occidental, como Homero. EFE