Plagio (el que avisa no es traidor).
Qué hartura tengo ya de fiestas y todavía falta un mes y medio para que lleguen las navidades. Esto del mundo multicultural en el que he caído me tiene agotada. De “Halloween” pasamos al “Bonfire night” y nos encaminamos al “Thanks giving” para terminar desembocando en la traca final de nochebuena, navidad, nochevieja y reyes.
Anima saber que no soy la única. Y llámame vaga, pero hoy me dedico al plagio, porque me he encontrado con este artículo en un periódico online y me ha encantado, así que te lo copio enterito, porque más identificada no puedo estar. Lo firma una tal Eva, que tiene un blog que se llama “Bocados de Madriz”. Lo suscribo de cabo a rabo.
Dice así: “Hace un mes (octubre) que pusimos fecha a la cena de Navidad de amigas del colegio. Yo, que no soy capaz de comprar unos billetes con menos de una semana de antelación y jamás me he preparado la noche antes la ropa que me voy a poner al día siguiente, noto cómo me bajan las defensas.
Llevo más de una semana recibiendo emails comerciales sugiriéndome que adelante mis compras navideñas. Gracias señores por sus consejos, pero me gusta vivir al límite y echarme a las calles el 5 de enero. Salgo a la calle y ya están las luces de Navidad preparadas para atraer al turista navideño en masa.
No rompáis un vaso o una jarra, porque en 2 meses solo encontraréis repuesto de cualquier objeto con motivos navideños: nieve, renos, lazos, brillos, luces y purpurinas.
El turrón ha ido abriéndose paso poco a poco: modo ninja, sin apenas percibirse.
A finales de octubre empezó a camuflarse entre los chocolates. Con el paso de los días, se fue haciendo fuerte hasta tomar un linea,l y pocos días más tarde, desplegó todas sus tropas y las de los aliados (polvorones, mantecados, hojaldres, etc.), hasta ocupar estratégicamente pasillos enteros.
Pasas a su lado e intentas anularlos, pero tu visión periférica, desarrollada a golpe de copiar en los exámenes en el colegio, hace que, como las urracas, te dejes seducir por los destellos dorados y plateados de los envoltorios.
Se empieza teniendo un día tonto y comprando una barra de turrón de chocolate crujiente, que no da tanta sensación de estar masticando Navidad, y se termina el domingo más perro dándose un atracón de polvorones.
Compramos turrón por encima de nuestras posibilidades. Y luego, en julio, nos sorprendemos cuando al final de la despensa atisbamos varias barras intactas que en un episodio compulsivo caen.
Pero el premio a la anticipación lo ganan por goleada los de Loterías, que llevan con el anuncio del sorteo navideño desde el verano con el «¿Y si cae aquí el gordo de Navidad?
Te estás tomando un mojito en el chiringuito de la playa, a 40 grados a la sombra, ves la gráfica del anuncio y te empieza a apetecer un pavo relleno. (Siempre está el recurso del rancio helado de turrón para calmar la compulsión navideña).
A todo esto le siguen las cenas de navidad, que se convierten en una maratón para obstruir las arterias desde un mes antes.
Y así intentas cuadrar la cena del colegio, la de tus amigas más íntimas del colegio, la del colegio al que te fuiste a hacer COU, la del grupo de la sierra, la de «los del máster», la de los expatriados que vuelven por esas fechas a España, la de los amigos de siempre, la de los primos, la de tu grupo de Erasmus, la del club de petanca… y multiplicadas por dos algunas si tienes pareja.
El día 24 de diciembre aborreces la comida, llegas rodando a los sitios y solo quieres chupar un canónigo sentada a la mesa con tu familia, metida en un chándal de táctel, que es lo único que te cabe a esas alturas de la Navidad, y con una camiseta del Grinch.
Has acumulado tanto alcohol en tu hígado que quieres brindar con té tibetano y litros de laxante, y has socializado con tantas personas, que pides que ese año te toque con tus padres y hermanos, y no en casa de la parte contraria, para poder comer en silencio.
El concepto «Navidad» se nos ha ido de las manos. Es cada vez más elástico, y como sigamos por este camino, terminaremos viviendo en un eterno bucle navideño, comiendo polvorones a 40 grados en agosto y dejando el árbol puesto de un año para otro, convirtiéndolo en el paraíso de los ácaros.
Que se llega a la Navidad desfondada, sin ganas, a punto de ofrecerse una voluntaria para que la trinchen, y no al pavo.
Una advertencia antes de cerrar: atentos a ese primer chat de whatsapp con el asunto «cena de Navidad», porque será la señal. Ya no habrá vuelta atrás”
No la hay, ya te lo digo yo. Ya he recibido ese mensaje para la primera y se que no será el último. Y no te lo pierdas: la convocatoria viene con la petición de que ensayemos una postura hasta la fecha acordada, porque además vamos a hacer el “Mannequin Challenge”. Para Maniquí voy a estar yo… Te dejo, que me voy a buscar el chandal de táctel del que habla Eva. Buen fin de semana.
Lola Larreina para AtenasDigital.com
Me alegra saber que te ha gustado y gracias por citar la fuente. 😉