Kostas Vitalakis, un jubilado griego que vive volcado en ayudar a los pobres
Yannis Chryssoverghis. Atenas, 23 dic (EFE).- Kostas Vitalakis trabajó toda su vida en el servicio técnico de un hospital griego, donde veía lo que significa vivir entregándose a los demás. Desde hace 25 años se vuelca en ayudar a los sintecho de Atenas.
En 2001, todavía lejos de la jubilación, fundó con ayuda de la Iglesia en el corazón de Atenas el «Refugio de Amor y de Solidaridad», donde se ofrecen los servicios básicos a los más necesitados.
Dos veces por semana, cada martes y jueves, Kostas -retirado desde hace cinco años- y su esposa, Sofía, ayudados por amigos y voluntarios, ofrecen comida a una media de 200 personas cada día. El resto de la semana las tareas las asumen otros voluntarios como él.
Además, les ofrecen la posibilidad de ducharse y lavarse la ropa y, periódicamente, les distribuyen vestimenta.
En la Grecia de la crisis crónica, el número de los sintecho en 2015 alcanzaba 18.000 tan solo en Atenas, según un estudio de la Universidad de Creta.
«La idea de comenzar me la dio un reportaje en la televisión: en la plaza de Omonia había unos sintecho y unos drogadictos y vi a alguien que les distribuía suvlaki (plato popular griego con pequeños trozos de carne y verduras) y me dije ¿por qué no hago lo mismo?», explica Vitalakis a Efe.
El reparto de comida permitió a Vitalakis conocer más de cerca a estas personas.
«Discutía con ellos y me di cuenta de que se trataba de buena gente. Me daba placer lo que hacía, veía que a ellos también les gustaba y decidí dedicarme a eso», explica.
Por un periodo de tres años Vitalakis y su esposa acudían regularmente a la plaza de Omonia para repartir suvlaki, plátanos y bocadillos, hasta que, con la contribución financiera de un puñado de amigos, alquilaron un local, donde preparaban ellos mismos la comida.
«Nos quedamos allí cuatro años, después dejamos el local porque nuestros amigos no podían contribuir más y empezamos de nuevo a distribuir comida en la calle», relata.
El Refugio fue fundado cuando la unión nacional de misioneros griega le ofreció dos plantas en un edificio en el centro de Atenas y asumió todos los gastos del lugar.
«Hasta nuestra jubilación, en 2011, venía con mi esposa a las 05.00 de la madrugada, empezábamos a preparar la comida, después íbamos a trabajar y volvíamos después del trabajo para cocinar», explica.
A partir de su jubilación la actividad fue ampliada con la implicación de mucha más gente.
Nikos es un joven voluntario que, desde hace 18 meses, se encarga del trabajo administrativo y, ocasionalmente, de tareas como trabajador social, cuando es necesario ayudar alguien en sus gestiones con los servicios sociales.
«Cada día es distinto. Llega mucha gente, sintecho, desempleados… intentamos conocerlos, hacernos amigos de ellos y, con mucho esfuerzo, ayudarles a ponerse en pie de nuevo», dice Nikos.
El gasto de las comidas se reparte entre grupos de voluntarios, cada uno de los cuales se encarga de preparar la comida en fechas precisas.
«Deciden entre ellos lo que van hacer, cada uno hace una parte de las compras y vienen aquí para cocinarlo», dice Vitalakis.
El albergue abre a las once y media de la mañana para los que quieran asearse o lavar la ropa; a las cuatro de la tarde empieza a funcionar el comedor que ofrece comidas hasta las ocho.
Algunos voluntarios sufrieron en carne propia lo que es vivir en la calle, como Kostas, que vive en un albergue del ayuntamiento de Atenas, y ahora quiere devolver algo de la ayuda que recibió y que sigue recibiendo.
«Ayudo en todo, porque aquí me ayudaron. Me ofrecieron medicinas, me examinó un médico cuando fue necesario y aún me ayudan», dice a Efe.
Abdim Tutu, originario de Sudán y naturalizado griego, es responsable de las duchas y las lavadoras.
«Alguien viene aquí y no tiene nada, le ofreces una ducha, le vistes y sale sintiéndose como un ser humano. Algunos te dicen gracias, otros te insultan, te maldicen, pero los voluntarios que están aquí tienen que tener paciencia con la gente. A veces se pelean contigo porque creen que algunas cosas las deben tener simplemente porque sí», describe su experiencia.
En los planes de la familia Vitalakis está conseguir los fondos necesarios para crear un albergue, donde personas sintecho, además de comer algo, ducharse y lavar su ropa, puedan dormir en una cama, «como todo el mundo». EFE