Cuesta de Enero
Tres semanas, tres. Veintiún días con sus respectivas noches. Quinientas cuatro horas aderezadas con las inconveniencias de aeropuertos, aviones, maletas y mal tiempo. Sazonadas con los nervios de las navidades, los reyes magos. Las alegrías y los reencuentros. Los abuelos, los primos, las actividades variadas y las numerosas comidas y cenas. Muchas comidas y muchas cenas. Yo me ingreso en un spa y no salgo hasta el verano.
Y encima, cuando ya ves la salida al túnel de calorías y emociones, y vuelves, y te las prometes felices diciéndote: “Lola, aguanta un poco más, que mañana se van al cole y vuelves a ser dueña de tu propio tiempo” (al menos hasta las tres de la tarde), va la pequeña y dice que le duele la tripa… y tú que eso no es nada, que son los excesos. Y ella que te mira con cara de pena, hace una mueca rara, y te vomita hasta las doce uvas. Y tú, entre que limpias palanganas, sujetas frentes, tomas temperaturas, sientes que se te desdoblan las madres que hay en tí -la buena y la mala- y una te dice que no te preocupes, que no es nada, que mañana al cole, y la otra te dice que si no tienes alma.
Y al final, la niña en tu cama toda la noche. Tú sin pegar ojo y al día siguiente haciendo sopitas y aún con todo el cansancio acumulado, contenta porque parece que la cosa no va a más y va mejorando a lo largo del día. Lo sabes cuando a media tarde te dice que si se puede hacer un sandwich de Nutella, la jodía (con perdón).
A la hora de la cena está totalmente reestablecida y con muchas ganas de ver a sus amiguitos del cole. Bien. Mañana Lola. Mañana ya vuelve la normalidad.
¡Error!. A última hora de la noche, correo electrónico del cole: “Debido a las previsiones meteorológicas de nevadas y muy bajas temperaturas les avisamos de que, por seguridad de los niños y teniendo en cuenta el mal estado en que se encuentran las carreteras, es posible que mañana tengamos que mantener el colegio cerrado, estén atentos a sus correos porque les mandaremos una actualización de la situación antes de las 6:45 de la mañana”.
Y suena el despertador, y abres el correo, y efectivamente: el cole cerrado. Y tu marido que se marcha al curro y tu te quedas otra vez, en casa, con los niños… el día de la marmota en versión vacaciones de navidad.
Y amanece el miércoles, y el cole está abierto, y los niños están bien y tú, mientras te tomas el café, te dices, hoy sí, hoy voy a darlo todo. Me voy a ir a las rebajas, y me voy a ir a comer con las amigas, y voy a organizar toda la ropa del viaje y lo voy a poner todo bien colocadito en los armarios, y te extraña que no esté el día más claro siendo ya la hora que es y entonces empieza a llover como si llegara otro diluvio y el cielo está gris plomizo y nadie quiere salir de casa. Y entonces ya te entregas. Abres el “spotify”, sintonizas la lista “rainy day”, coges las memorias de Andre Agassi “Open” y saboreas el primer momento de verdadera tranquilidad en veintitrés días. (Por cierto, buenísimo el libro. La verdad es que no es uno que hubiera elegido yo si no me lo hubiera recomendado una buena amiga que sabe de mis gustos literarios, pero ha merecido la pena. Vaya una vida.)
Y el jueves se abre el cielo, y luce un sol estupendo, y te pasas a dar una vuelta por el centro cultural, que está empezando las obras, y te paseas por el barrio aunque sin entrar en las tiendas porque después de tanto polvorón cualquiera se atreve a probarse un modelito. Y te llaman para comer, y dices que sí, que claro, que ya estábamos tardando.
Y una nueva sesión de tabernoterapia te vuelve a poner en tu sitio. Y te ríes. Y les cuentas a todas la última gracia de tu cuñado y la última manía de tu suegra. Y te das cuenta de lo parecidos que son todos los cuñados y todas las suegras, y todos los hijos, y todas las madres que como tú juraron en arameo cuando cerró el colegio. Y te dices: ya estoy otra vez en casa. Que pase el 2017.
Feliz Año.
Lola Larreina para AtenasDigital.com
¡Feliz año Lola Larreina!