No tiene nombre
Que no termino de levantar cabeza, oye. Se me está haciendo la cuesta de Enero empinada empinada. Y no por lo económico, gracias a los dioses, sino por los virus, los fríos y demás contratiempos. Estoy bajita. De moral, digo. Intento levantarme con energía, pero al primer “me duele…” de uno de los niños, o al primer “hoy no creo que llegue a cenar…” de mi marido, me vengo abajo.
Cómo estará la cosa, que he entrado en facebook y al ir completar la frase “me siento…” con los emoticono que incluye la aplicación, no he logrado decidirme entre rabiosa, triste, nostálgica, enferma, tristona, pensativa, cansada, sensible, preocupada, melancólica, somnolienta, decepcionada, molesta, aburrida, decaída, deprimida, confundida, harta, mal, nerviosa, fatal, impotente, enojada, estrenada, desanimada, o desesperada. O todas las anteriores, como diríamos en una encuesta.
No todo son inconvenientes en este estado mío difícil de calificar (como has podido comprobar), porque es como si estuviera a “medio gas”. Como que ni siento ni padezco. Hasta me enfado menos. O, para ser exactos, enfadarme me enfado igual, pero como que consigo canalizarlo con un aire zen.
Ayer, sin ir más lejos, volví a tener un “encuentro hostil” con un padre de la guardería de mi calle. Se marchaba una de mis alumnas, que había aparcado en mi garage, y al abrir el portón, tachán… coche aparcado delante (es que no falla, en cuanto no pongo los conos, ahí los tengo). Evidentemente se tuvo que mover para que pudiera salir mi amiga, pero en lugar de irse, reculó. Yo, viéndole las intenciones, puse los conos, y él, encabritado porque le había fastidiado el plan, aparca de nuevo enfrente de mi garage, rozando los conos y tapando de nuevo la salida.
¿Pero por qué hace eso?, le digo yo con dulce voz (lo juro), que soy profesora y necesito que la entrada esté despejada para mis alumnas…, y él, me da lo mismo lo que seas, y la calle no es tuya, y no estoy en tu garage, y no me puedes decir lo que tengo que hacer y yo aparco donde quiera y… siguió blasfemando él solito. ¿Ah, sí? ¿Esas tenemos?, me dije. O sea, que ¿ni siendo amble funciona la cosa?. Pues muy bien, pasemos a las técnicas de gueriilla. Y me dí la vuelta y me dirigí tranquilamente hacia el garage, me metí en el coche, y aunque no tenía nada que hacer en la calle, decidí salir. Y se tuvo que mover.
Pero no quedó ahí la cosa, y yo lo presentía, y por eso dejé pasar un par de coches entre en el suyo y el mío. Miré la hora: la una menos 10. Le quedan 10 minutos para recoger al niño. Este reincide. Acerté. Dí la vuelta a la manzana y volví a encontrármelo en la entrada de mi garage. Pitidito y gesto. Que he vuelto. Que te vayas. Cara de odio. Gestos. Culebras por la boca. Lo que quieras guapo, pero quiero entrar en mi garage. Se va echando humo y no precisamente por el tubo de escape.
Por un momento pensé en abandonar la batalla y aparcar de una vez, pero hija, una vez metida en harina…, así que en lugar de aparcar en el garage, dejé el coche mitad en la rampa y mitad en la acera, imposibilitando cualquier intento de aparcamiento. Y me posicioné en una esquina desde donde podía ver sin ser vista. ¡Y volvió! y pude disfrutar de ver su cara de pasmo, y de rabia y de todos los demás estados catalogados en los emoticonos del facebook al ver mi coche ahí en medio. Impagable. Esperé hasta la una y cuarto para retirar el coche y volví a entrar en facebook para buscar el emoticono de “victoriosa”, pero mira, ese no existe, qué le vamos a hacer.
En fin, que como dice mi madre, «si no fuera por estas pequeñas cosas…» ¿Que no te parece bien? , pues ya me gustaría verte en mi lugar, que lo de esta gente no tiene nombre, hombre ya.
Por cierto, hablando de lo que no tiene nombre… a ver si me echas una mano. Resulta que andamos la jefa, Marta (que por si no lo sabes, es la encargada de llevar lo del centro cultural) y yo, volviéndonos locas intentando decidir qué nombre le ponemos al centro.
Queremos que sea un nombre que nos identifique, que suene estupendamente -tanto a los hispanohablantes como a los griegos- y que, puestos a pedir, sea un nombre que oigas y te den ganas de ir.
Barajamos tres opciones, pero si se te ocurre alguna original y que cumpla los requisitos anteriores, también estamos dispuestas a considerarlo. Es más, si nos propones algo que nos encante, hasta te invitamos a unas cañas.
Hemos creado una encuesta en Facebook. Te copio el enlace: https://encuesta.fbapp.io/centrocultural Venga, anímate. No te llevará más de un minuto y te lo agradeceré en el alma. Mira, hasta te pongo un emoticono sonriente: ?
Buen finde.
Lola Larreina para AtenasDigital.com
¿Qué tal «Don Quijote»?