Los grafitis, parte del paisaje de Atenas y símbolo de lucha contra la crisis
Miguel Ruiz de Arcaute. Atenas, 19 may (EFE).- A ambos lados de una olvidada calle de El Pireo, dos reconocidos artistas callejeros griegos contemplan pensativos un par de contenedores móviles a la espera de inspiración. No tarda, así que pronto despliegan rodillos y esprays. En pocas horas, los contenedores se habrán transformado en lienzos.
No es, ni mucho menos, una excepción. En esa misma calle, en las que la rodean y en casi cualquier travesía de la península de Atica, región que acoge Atenas y El Pireo, apenas existe un metro cuadrado de pared libre de pintada o grafiti de mayor o menor elaboración y belleza.
El aluvión de ‘tags’ o firmas se ha expandido hasta tal punto que lo que a mediados de los 90 comenzó siendo un pequeño fenómeno protagonizado por jóvenes rebeldes se ha convertido en una de las señas de identidad de la capital griega. La plaga de grafitis es, sin duda alguna, una de las cosas que más llaman la atención al aterrizar en ella.
«Con el paso de los años la ciudad se ha convertido en un paraíso para los grafiteros de todo el mundo», explica a Efe Cacao Rocks, uno de los dos artistas que se disponen a pintar en la ciudad portuaria, a diez kilómetros de Atenas, en esta calurosa tarde de mayo.
«La explicación es la misma que lo que pasa con muchas de las otras leyes griegas: se supone que está prohibido, pero a la hora de la verdad las restricciones apenas se aplican», añade.
Al igual que la existente pero inocua ley antitabaco o la obligación no seguida de los motoristas de llevar casco, la laxitud policial en la persecución del grafiti es el germen principal de la proliferación.
Y de la misma forma que prácticamente cualquier otro aspecto de la vida en Grecia el panorama actual tampoco puede explicarse sin el terrible impacto de la crisis. Porque si bien la huella de rotuladores y aerosoles se ha ido extendiendo años tras año, no ha sido hasta la brutal sacudida económica cuando se ha producido el boom definitivo.
«Los últimos cinco años han sido especialmente decisivos», aclara Cacao Rocks, que supera la treintena y lleva desde los 12 en el mundillo. «Todo lo que ha ocurrido desde que empezó la crisis, tanto política como socialmente ha sido el caldo de cultivo para que los artistas locales, a los que posteriormente se han unido los de otros países, hayan plasmado su descontento en las paredes».
Los mensajes dirigidos contra rescates, programas de austeridad, Gobiernos e instituciones acreedoras, o en general, la desafortunada cadena de sucesos que atraviesa el país desde hace siete años, son frecuentes a lo largo y ancho de la ciudad bien mediante plantillas, murales, caricaturas o simplemente frases.
También los homenajes a ciudadanos erigidos en mártires de la resistencia social se han convertido en un motivo de expresión artística y política. Entre ellos destacan el rapero Pavlos Fyssas, asesinado por un simpatizante del partido neonazi Amanecer Dorado en 2013, y el joven Aléxandros Grigorópulos, cuya vida fue sesgada por un policía durante unos disturbios en 2008.
Contener el imparable avance de los grafitis no es fácil para una ciudad que ha acabado por asimilar las pintadas como parte del imaginario local.
El actual Ayuntamiento, concienciado con el problema, ha apostado en los últimos años por impulsar una política que poco a poco reduzca la masificación.
El fomento del arte callejero en murales comisionados, el endurecimiento de las penas o la mayor dedicación de recursos a la limpieza de fachadas son algunas de las aristas de la hoja de ruta municipal.
La creación de una actividad escolar de concienciación ha sido la última medida. Desde noviembre, varios cursos de un total de 20 centros educativos participan en un programa de apadrinamiento de monumentos.
Para ello, cada escuela escoge dos esculturas o estatuas con el fin de, en primer lugar, conocer su historia, y, una vez se han familiarizado con el contexto, proceder a limpiarlas y restaurarlas.
A pesar de que el código grafitero establece que las estatuas y los monumentos deben de ser uno de los espacios libres de pintadas, en Atenas esto a veces se antoja una utopía.
«Los límites residen en respetar el trabajo artístico de los demás, el resto es espacio público», comenta a Efe Exit, el grafitero que acompaña a Cacao Rocks en El Pireo. Acaba de finalizar su obra del día, una figura de rasgos masculinos que con un rodillo camina y entinta la pared a su paso. Junto a él, en letras negras y grandes, un mensaje en inglés: «¿Has llenado tu vacío?». EFE