Criando niños bilingües (o plurilingües)
Nací en un hogar donde no sólo el único idioma que se hablaba era el español, sino que mis padres no sabían otro. Sin embargo, tenía unos tíos que habían emigrado a Francia y mis cuatro primos habían crecido hablando español en casa y francés fuera de ella. Y ya, de pequeñita, sentía una sana envidia al ver cómo eran capaces de comunicarse en los dos idiomas, y otra envidia no tan sana cuando se ponían a hablar en Francés entre ellos para que los demás primos no nos enteráramos de lo que decían.
Creo que fue ya en esa época cuando empecé a darme cuenta de la importancia de saber idiomas y cuando decidí que, cuando tuviera hijos, intentaría llevarlos a un colegio bilingüe. Por mi parte, tuve que sufrir la falta de esa inquietud idiomática en nuestro sistema educativo, y me costó dios y ayuda llegar al punto en el que me podía comunicar en otro idioma sin que me diera un corte enorme y sin que me miraran con cara de ¿pero qué dices?
El destino, sin embargo, me tenía deparada una gran ayuda: conocí a mi marido, hijo de griego y de suiza franco parlante, que pasó una gran parte de su vida en Inglaterra. ¡Qué suerte!, él ya venía con tres idiomas de serie, más el español que había aprendido al irse a trabajar a Madrid.
Nos mudamos a Atenas cuando nuestra hija mayor tenía dos años y la pequeña dos meses. Hasta ese momento mi marido había hablado a nuestras hijas en español, porque ese era el idioma en el que hablábamos en casa y porque él no tenía muy claro -es comprensible- cuál era su idioma mayoritario. Además justificaba su actitud diciendo que le parecía de mala educación hablar con el niño en un idioma que nadie más entendía en nuestro entorno.
A la niña le costó tres meses aprender griego. La metimos en una guardería en septiembre y en diciembre, y curiosamente durante un viaje a España, decidió que estaba muy bien eso de tener un “lenguaje secreto” con su padre, y comenzó a hablar. El caso de la pequeña fue más sencillo, ya que creció oyendo el griego a su alrededor (colegio y familia) mientras que en casa seguíamos teniendo en español como “idioma oficial”.
Este año decidimos inscribirlas en un colegio inglés, donde todas las clases son en ese idioma. Así que tenemos niñas trilingües.
Dicen los filólogos que sólo se puede considerar que se sabe un idioma a nivel bilingüe cuando se ha aprendido antes de los cinco años. Parece ser que a esta edad cambian las estructuras lingüísticas del cerebro y quien lo aprende puede llegar a tener un conocimiento muy bueno del idioma, pero no ser bilingüe. Yo discrepo un poco con esa teoría, ya que tengo en casa un ejemplo que la hace discutible. Mi marido aprendió el español con diecinueve años y cuando yo le conocí no me creía que no fuera español.
Es evidente que los niños son como esponjas y aprenden los idiomas con una facilidad que los adultos no tenemos. Pero ¿existe alguna manera de hacérselo más fácil?.
El método OPOL (One parent, one language. Un padre, un lenguaje), es el más extendido. Consiste en que cada padre hable siempre en el mismo lenguaje al niño. El consejo tiene como referencia el español como idioma minoritario, pero es aplicable a cualquier combinación lingüística. En la página web www.bilingualreaders.es he encontrado cinco razones por las que se debería elegir este método:
Aporta coherencia: es decir, es la manera más coherente de hablar con tu hijo ya que le hablas en el idioma que consideras el tuyo.
Es sencillo: El idioma te sale de manera natural, porque es en el que piensas. No tienes que ponerte horarios de idiomas, ni buscar situaciones en las que hablarlo.
Es natural: No tienes que marear a tu hijo con “ahora hablamos en español” porque tú siempre hablas con él en ese idioma.
Estimula de manera natural a tu hijo a responderte en español. Permite al niño recibir el máximo aporte lingüístico en dos idiomas. Si el otro padre le habla en otro idioma, o escucha otro idioma cuando está en el colegio, está recibiendo información completa en los dos, y no sólo en algunas situaciones.
Como todo método, también tiene sus desventajas, entre las que podríamos encontrar:
Como en cualquier situación de aprendizaje bilingüe, el niño, en ocasiones, mezclará los idiomas, e incluso inventará palabras basadas en ambos, pero esto es algo que tenderá a corregirse con el tiempo.
Si el padre que habla en el idioma minoritario es también el que menos tiempo pasa con el niño, el lenguaje mayoritario podría convertirse en dominante, convirtiendo al niño en lo que se conoce como “bilingüe pasivo”, es decir, que comprende, al oírlo o al leerlo, el idioma minoritario, pero prefiere expresarse en el otro.
En algunos casos al padre no le gusta (como le pasaba a mi marido) hablar al niño en un idioma cuando los demás le están hablando otro. Se necesitará estar claramente convencido de este tema para mantener el idioma minoritario en algunas situaciones.
Cuando se tiene solo una fuente para aprender el idioma minoritario, es probable que dicho idioma no se desarrolle tan fuerte o correcto como el idioma mayoritario, por lo que habrá que poner interés en que el niño tenga acceso a libros, películas y canciones en este idioma.
De todos es bien sabido que “cada familia es un mundo”, y en ocasiones de una forma casi literal, porque se manejan muy distintos idiomas (cuando estoy con la familia de mi marido, las conversaciones pueden ir pasando del griego, al inglés y al francés sin que muchas veces se den cuenta de qué idioma están hablando), y ningún método es infalible. Sin embargo si que hay algunas cuestiones que, bajo mi punto de vista, es importante tener en cuenta:
Evitar la tentación de corregir constantemente los errores gramaticales. Si insistimos demasiado, coartaremos la libre expresión del niño, corriendo el riesgo de que coja manía al idioma.
Si un día el niño te dice “no más español”, habla con él tranquilamente de lo importante que es saber otro idioma, y especialmente en nuestro caso, ya que es un idioma hablado en muy distintos lugares del mundo, y por muchos millones de personas.
Ayuda al niño en su aprendizaje poniendo a su alcance material que le resulte atractivo. Internet es una fuente constante de recursos.
Pero sobre todo, no cejéis en el empeño, no privéis a vuestros hijos de conocer otro idioma que les puede abrir puertas en un futuro y que hará que se sientan más cercanos a la cultura de la que vosotros provenís.
Y un consejo: No dejéis de aprender vosotros mismos el idioma del país donde vivís, porque a los niños no les gusta descubrir que los padres “no saben” algo y además de una riqueza para vosotros mismos, es signo de adaptabilidad y convivencia, cuestiones que no sobran precisamente en las civilizaciones actuales.
Para saber más:
– La familia binlingüe. Edith Harding- Esch. Cambridge University Press
– Crecer con dos idiomas. Peter Magg. Ediotorial Paidos.
Autora: Ana de Miguel
Fuente de la imagen: Google images
en esta pagina — un poco mas de lo que ofrece la Internet sobre el tema:
http://greatparenthoodgreece.webs.com/apps/forums/topics/show/3093124-a-bit-of-what-the-internet-offers-
Mi hija tiene 32 meses… manejamos tres idiomas en la casa
intentamos el OPOL – un padre, un idioma…
la chica esta en super mega transicion… comprende todo en español, es muy selectiva con lo que dice
* pero lo mas importante – segun mi experiencia – es que cada familia tenga un idioma en comun – y esto es bien retante!!
Ya veremos como seguira la cosa en los proximos meses…
Hola,
nuestro caso es el de una familia plurilingüe; yo hablo español, mi marido habla catalan, entre nosotros usamos el español, pero él se dirige a nuestro hijo (al igual que toda su familia catalana) en catalán, y yo me dirijo en español. Además de esto, nos hemos mudado a Alemania, y en la guardería sólo hablan alemán, y enseñan algo de inglés…
Vamos muy perdidos con la educación plurilingue y agradecería que alguien me recomendase un libro o una guía que nos sirviése de ayuda.
Muchas gracias.
Mar