1. A la conquista de Atenas

Difícil camino el que se emprende sólo. Esas palabras vinieron a mi como susurradas por algún viejo poeta mientras un paisaje yermo corría veloz tras el cristal de la ventana. Recuerdo el momento en que esa frase apareció sin más en mi mente, cuando estaba sentado en el tren, con los cascos puestos, escuchando alguna canción francesa.

Unos pocos días después de ese momento, aún con el polvo del camino ensuciándome la frente, me encuentro en Atenas. Grandioso monstruo que tan gentil te manda una caricia como de buenas a primeras te tumba de un sopapo y se ríe de tu cara.

Realmente es difícil el camino que recorres sólo, porque como bien expresa la palabra, no tienes a nadie. Me considero una persona con algo de bagaje en esto de vivir en el extranjero, hace poco estuve viviendo en Polonia durante año, tierras frías que me dieron una experiencia grandiosa.

Pero Grecia está siendo distinta. Por el momento, Atenas me enseña los dientes y las uñas de formas que ya explicaré más adelante, aunque sé que dentro de poco voy a remontar. Más sabe el diablo por viejo que por diablo, y esta ciudad tiene 5.975 años más que yo. Es decir, que sabe mucho la jodía.

A pesar del nombre de esta entrada, mi intención no es realmente conquistar Atenas, no en el sentido de someter. Mi intención es más bien llegar a un acuerdo con ella, es tener la posibilidad de entenderme con esta bestia milenaria.

Empiezo a vislumbrar el camino, el día de la tregua becario-Atenas está cada día más cerca. Ya me dijeron que los primeros días eran duros, pero también es verdad que depende de mi que los últimos sigan siéndolo o no.

Luis Cañivano Heredia