Cuestión de días
Una mañana cualquiera me levanto pensando en lo que tengo que hacer. Aún con legañas en los ojos lleno un bol de cereales y lo lleno de leche. Mientras leo las primeras noticias de la mañana en mi diario de cabecera me llevo a la boca la primera cucharada de mi desayuno. Un sabor amargo recorre mi paladar y un olor agrio sale por los agujeros de mi nariz. Ni siquiera puedo tragar los cereales. Vuelvo a la cocina, sujeto ante mi el cartón de leche que compré la mañana anterior y descubro que le fecha de caducidad está pasada seis días.
Empeñado en que quería comer cereales aquella mañana, bajo al kiosko que hay justo en la calle de mi casa y agarro un cartón pequeño de leche que cuesta un euro (sí, en Grecia se puede comprar leche en los kioskos), miro la fecha de caducidad y descubro que su contenido también estaba pasado de fecha dos días.
Ya un poco indignado, me dirijo a otro kiosko que hay relativamente cerca del primero. Abro la cámara frigorífica, cojo un cartón pequeño de leche idéntico al que estuve a punto de comprar en el primer establecimiento. Compruebo la fecha y resulta que también está dos días pasada.
Derrotado, vuelvo a mi apartamento y comento el asunto con mis compañeros de piso. Uno de ellos me rebela que siempre bebe leche caducada de dos días o tres y que no pasa nada. Sabía que el gobierno griego había aprobado una ley el mes de octubre que permitía la venta de alimentos caducados como pasta y legumbres a un precio bajo, pero no tenía ni idea que eso también afectaría a la leche.
“Si vas al supermercado y compras leche a un euro o poco más es porque está caducada. Si la compras dentro de su fecha de caducidad está más cara. Aún así, la leche sin caducar que está a un precio más bajo es la leche alemana. ¿Qué curioso no?”, me comenta un compañero.
Texto: Luis Cañivano Heredia
Imagen: tehaspasado.blogspot.com