Syros: culta y elegante
Linda Baseggio.- La primera impresión que se tiene de Ermúpoli, la capital de la isla de Syros y de todas las Cícladas, son sus casas de colores pasteles deslizándose a lo largo de las laderas de unos montes yermos y secos hasta el mar increíblemente azul. A medida que el barco se acerca, la que parecía una sola colina resulta en dos, cada una capitaneada por una iglesia: la ortodoxa a la derecha y la católica a la izquierda. En Syros coexisten pacificamente las dos religiones y son normales los matrimonios mixtos.
Las casas son elegantes palacetes neoclásicos, unos acariciados por las olas, otros separados del mar por una carretera que lleva hacia el sur y el centro de la isla. En scooter tardas una hora en darle la vuelta entera y volver a la capital. Cruzas hermosos pueblos de mar que te roban el corazón con sus ensenadas y playas: Vari, beach bar con encanto; Poseidonia (también llamada Dellagrazia en honor a sus orígenes venecianos), donde Elpida trenza conchas con historias para crear collares; Fínikas y sus hermosas playas; Galissas y su Green Dollar bar, cerca tanto del hotel de cuatro estrellas como del más hippy baño de medianoche. El sector norte de la isla está escasamente habitado y solo los senderos llevan hasta el mar.
Ermoúpoli es una ciudad jóven: fue fondada en 1821 por los prófugos de otras islas bajo dominio turco. El mármol de su pavimento es la señal del cambio desde un tranquilo pueblo de pescadores a uno de los ejes del comercio naviero internacional y punto neurálgico del nuevo Estado griego. En ninguna otra isla de las Cícladas se podrá encontrar una similar aglomeración de mansiones y cultura: como si los arquitectos alemanes, italianos, franceses y griegos que la crearon hubieran sabido conservar el romanticismo europeo con la sal del mar Egeo.
De día, en la ciudad, se mueven solo los turistas y los que tienen que trabajar en el puerto o sus alrededores. Hace mucho calor, pero se encuentran tesoros como el delicado icono de Dominikos Theotokópoulos, antes de que llegara a conocerse como El Greco, en la Catedral del Tránsito de la Virgen. También se puede visitar el minúsculo y singular “Museo de las copias del arte cicládico”, con función didáctica y guías voluntarias de 8 a 18 años, y adquirir una obra de arte de los directos descendientes de los artistas cicládicos.
A partir de las seis de la tarde, el sol deja de quemar y los habitantes salen a tomar posesión de las elegantes calles de Ermúpoli. La gente queda en la plaza Miaoulis para tomar un café en las cafeterías con soportales que podrían estar en Viena o en Turín. Los museos vuelven a abrir y se puede visitar el Ayuntamiento, las galerías de arte o el teatro Apolon (que cumple 150 años), para ver si de verdad es la copia en miniatura de la Scala de Milán. En Syros la programación de verano es una libreta de 55 páginas y comprende recitales de lírica y conciertos, un festival de cine y decenas de encuentros, charlas, exposiciones y vernissage en lugares emblemáticos de la ciudad y de la isla.
Alejado del centro, pasada la colina ortodoxa está Vaporia, el barrio de los armadores cuando ser armador era sinónimo de costruir barcos y no de casarse con una heredera americana rompiéndole el corazón a una diosa griega. Las casas cuelgan sobre el mar, cada una tiene una escalerilla que lleva hasta el agua. Bordeando el bar “Sta Vaporia” se baja hasta las “playas” municipales: roca envuelta en hormigón armado para crear explanadas artificiales. El Ayuntamiento ha puesto toldos, sillas y mesitas gratis para que todo el mundo disfrute de una hermosa tarde de mar. Algunos vecinos han aprovechado las grutas naturales de la pared rocosa para edificar galpones en los que tienen hasta electricidad para oír música o tomarse algo fresco. Son amables y te invitan a historias, si no a una cerveza. Un turista se ha dejado un libro. Qué pena no saber alemán.
Alrededor de la iglesia de San Jorge, en la colina católica, surge Ano Syros, pueblo medieval edificado por los venecianos en el siglo XII: casitas blancas, calles estrechas, bugambílias de colores encendidos. Allá es otro mundo, otra historia. Hay una chica cuyo trabajo es hacerle la compra a las señoras mayores que no pueden cargar con ella en las callejuelas estrechas y empinadas. Las propinas son su sueldo y de ello vive. De noche, el pueblo se enciende de restaurantes y estudios de artistas y artesanos: la vista sobre Ermúpoli y el mar es sobrecogedora. Hay rembétiko en el aire, la música de los que, como los flamencos, lloran las penas y ríen las alegrías. Markos Vamvakaris tenía casa aquí, unas cuantas terrazas debajo de la donde tú puedes cenar por un puñado de hijos ingratos de las dracmas, pan y luna llena.
Informaciones prácticas
Cómo llegar: Syros tiene aeropuerto (JSY) al que llegan los vuelos nacionales desde el aeropuerto de Atenas: www.aegeanair.com y www.olympicair.com.
Siendo una isla y a pesar del cuento de Cortázar, lo mejor, sin duda, es ir en barco. Syros dista 78 millas náuticas (144 kilómetros) de Atenas, distancia que un buen ferry cubre en unas cuatro horas. Los precios varían en función de la demanda: el mismo pasaje que en agosto cuesta 60 euros, en septiembre vale 20, y el traslado de dos personas con coche, que en temporada alta cuesta unos 300 euros, baja de cien. Hay un descuento del 25% (50% en temporada baja) para estudiantes de la universidad de Atenas, un aliciente más para disfrutar de la belleza de las islas griegas en septiembre y para matricularse en el curso de griego de la Kapodistriaka.
Dónde alojarse: si no se dispone de una amiga que nos abra las puertas de su casa haciendo honor al concepto de filoxenía, se puede encontrar alojamiento buscando en Booking por unos cincuenta euros por noche. El cuatro estrellas más famoso de la isla es el Dolphin Bay Syros Hotel, en la hermosa bahía de Galissas www.dolphin-bay.gr.
Cómo moverse: si no se viaja con medio de transporte propio, se puede alquilar una scooter (15 euros al día en temporada alta, hasta 10 en la baja) o un coche a partir de 30 euros por día.
Dónde comer: cada playa tiene terrazas donde se sirven mezedes y raciones de pescado, para no interrumpir el día de mar; por la noche es maravilloso cenar en una de las románticas terrazas de Ano Syros para disfrutar del panorama y luego tomarse una copa en uno de los bares donde cantan rembétiko en vivo, disfrutando de la música y de la vida. En Ermúpoli el bar perfecto es solo uno, y se llama “Sta Vaporia”: vista, romanticismo y arte on the rocks www.facebook.com/StaBaporia.
Qué comprar: discos de rembétiko, conservas (son famosas, enormes y sabrosísimas, las alcaparras siriotas) y los objetos de folk art de Elpida, en Poseidonia, para llevarse el verano a casa y tener a Syros en el corazón.