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La igualdad de género en Grecia dispone de leyes pero no se vive en la calle

marzo 7, 2015 1 Política, 4 Sociedad No hay comentarios

Gerard De Josep. Atenas, 7 mar (EFE).- Las leyes sobre la igualdad de género en Grecia están a la altura de los demás países europeos, pero no es lo que demuestra en su día a día la sociedad helena, donde las mujeres son acosadas y discriminadas por su condición y no hay conciencia sobre esta desigualdad.

Estadísticas de la ONU muestran que durante la última década en Grecia se han registrado unos 700 casos anuales de violencia sexual, y cada dos días una mujer es víctima de una violación.

«Las mujeres padecen los mismos problemas en Grecia que en Alemania o en Finlandia, lo que es diferente aquí del resto de Europa es que el Estado no pone facilidades para ayudar a las víctimas», dice a Efe la feminista de 57 años Ersi Kli, que añade que el acoso y la falta de libertad de expresión sexual todavía son un problema en el país.

Para ella, las mujeres griegas sufren el machismo de la sociedad en muchos aspectos de la vida diaria, entre los que enumera la violencia doméstica, la discriminación laboral sobre todo en el sector privado, la privación de libertad por parte de la familia, la falta de una educación pública igualitaria e incluso un lenguaje sexista en los documentos oficiales.

En el nuevo Gobierno de Alexis Tsipras no hay ni una sola ministra -circunstancia que solo extrañó fuera de las fronteras de este país- y el Parlamento griego cuenta solo con 70 diputadas de 300 miembros parlamentarios, por lo que no llega ni a un tercio del hemiciclo.

Según datos de la agencia de estadística comunitaria Eurostat publicados esta semana, solo un 43,3 % de las mujeres griegas tiene trabajo.

«En los últimos años la legislación ha cambiado y no es una cuestión menor, pero no es la respuesta, se debe cambiar la mentalidad paso a paso con la educación», sostiene Kli.

La escuela no es tampoco un oasis de igualdad, asegura la profesora Tina Voreadi, que detalla que «los modelos a seguir son masculinos, se divide en muchas actividades a niños y niñas, y predomina el lenguaje excluyente».

«Ni siquiera hay una asignatura de educación sexual y, con el Gobierno anterior, hasta se quitó la poca referencia a la reproducción humana del libro de biología de secundaria», sigue Voreadi, que considera que lo más grave es que los docentes ni siquiera son conscientes de «lo sexista que es la educación».

Una encuesta del eurobarómetro difundida recientemente revela que el 85 % de los griegos cree que la lucha contra la discriminación por cuestión de género debe ser una prioridad para la Unión Europea, solo España (88 %) y Malta (93 %) superan al país heleno en este convencimiento.

Una visión que no comparte la ingeniera civil de 32 años Iró, para quien «ya ha pasado el momento de seguir dividiendo a mujeres y hombres con las luchas feministas», y aboga por reclamar menos trabajo por más dinero en ambos casos, para que tanto madres como padres puedan dedicarse a cuidar a sus hijos.

Iró, que dice no haberse sentido nunca inferior a un hombre, considera que hoy «una mujer en Europa puede llegar a hacer lo que se proponga, sea lo que sea».

Voreadi lo ratifica, pero añade que solo a cambio de asumir el doble de trabajo, asumiendo también las tareas del hogar, y pone como ejemplo a sus compañeras en la escuela, «siempre quejándose al salir de que tienen que volver rápido para preparar la comida o hacer la compra».

Un diseñador de 38 años que ha pasado doce de ellos en Londres, Andreas Skokos, habla de un carácter propio del país, una mezcla entre oriente y occidente, e insiste en que la gente no llega ni a darse cuenta del sexismo que hay en la sociedad.

«Tras 400 años bajo dominio otomano, somos como musulmanes llevando la máscara de cristianos ortodoxos», sentencia.

Por otra parte, las mujeres en Grecia no obtuvieron el derecho a voto hasta 1952.

Junto a la abolición de la dote en los años 80, el Gobierno socialdemócrata del Pasok legalizó el aborto, las bodas civiles y el divorcio, hizo posible que la mujer pudiera mantener su propio apellido después de casarse y estableció obligaciones equitativas al hombre y la mujer en relación al cuidado de los hijos.

«La legislación la tenemos, pero la sociedad no tiene ninguna conciencia de la igualdad entre géneros», recalca Kli. EFE

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