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No hay mal que por bien no venga

mayo 22, 2015 7 Columnas, La Lola se va a los puertos, Lo Ultimo No hay comentarios

Ya en otra ocasión hablé de un aspecto de la expatriación que no suelen ver aquellos que relacionan esta vida que algunos llevamos con una continua fiesta, grandes casas, altos sueldos y mujeres desocupadas y frívolas. Me refiero a esa llamada de teléfono que te informa de un problema familiar en la Madre Patria y que te hace cambiar todos los planes, te encoge el corazón, y te hace salir corriendo a coger el primer avión hacia tu ciudad.

La Lola

La Lola

No, no te preocupes, afortunadamente la cosa ha resultado bien a fin de cuentas, y podré recordarla como un susto y no como una tragedia. Pero qué mal se pasa, oye. Pero como yo soy básicamente positiva (y porque además es más fácil ser positivo cuando la cosa ha tenido un final feliz), lo que te voy a contar es lo de bueno que he vivido estos últimos cinco días. Y voy a ser breve, porque en un rato salgo de nuevo hacia Atenas.

Lo, primero: el viaje en avión yo solita. Para qué te voy a contar. Me había pertrechado con todo tipo de posibilidades de ocio, sabiendo que no me iban a interrumpir discusiones infantiles, ni visitas al aseo, ni otros incordios habituales en los viajes con niños. Llevaba yo mi libro electrónico, un capítulo de una serie descargado en el iPad, un cuadernillo de crucigramas, y todos los discos de “EGB, la música de una generación”. Creo que terminé poniendo de los nervios a mi vecino de asiento. Tanta libertad me abrumó. Cogía el libro y a los 15 minutos, me decía “No, voy a ver la serie”, a los 15 minutos de serie: “No, voy a hacer crucigramas”. Al rato “No, voy a escuchar música”. Creo que al final terminé más estresada que cuando tengo a los enanos alrededor. Pero un estrés distinto. Tuyo propio. No inducido. Una gozada, vamos.

Luego, incluso con hospitales por medio, esa sensación de: para esto he venido y aquí estoy. Con la familia. ¿Que me tengo que quedar por la noche?, pues me quedo. ¿Que aprovechamos para tomarnos unas tapas mientras que esperamos resultados? pues nos las tomamos. Y qué grande es la sensación de los encuentros inesperados.

Madrid además me ha recibido con buen tiempo y buena cara. Y qué bien sienta poderte expresar en la lengua que más dominas.

Y junto a todo esto, que al fin y al cabo no es más que una incursión en tu vida antes de la expatriación y por ello, terreno conocido, lo que te sorprende y te da la medida de lo que significa dejar tu país y a tu gente para irte a buscarte la vida allende los mares, es el aluvión de llamadas, de mensajes, de interés por parte de esa gente que hace un par de años no sabías ni que existieran, y que de repente, con cada “bip” del teléfono, te hace sentirte acompañada y querida. Y te das cuenta de que es como si tu vida anterior, tu familia y tus amistades, hubieran abierto una sucursal, en este caso en Atenas, donde no está la misma gente, pero sí el mismo afecto. Y no veas lo bien que sienta.

Así que, aprovechando esta ventanita al exterior que tengo la suerte de tener, quiero darles las gracias a todas esas personas que la vida ha puesto en mi camino en este viaje y que me han calentado el corazón en estas circunstancias complicadas.

Y que, estando el tema controlado aquí, confesar que estoy deseando volver a Atenas, a mis niños, con sus peleas y sus horarios, a mi santo, que, en mi ausencia, habrá descubierto por fin la respuesta a sus “¿pero qué has hecho en todo el día?”, y a mis relativamente nuevas y sin embargo ya eternas amigas inmortales.

Y la próxima semana seguiremos hablando de acuerdos europeos, crisis y demás. Hoy ha tocado ponerse sentimental.

Lola Larreina para AtenasDigital.com

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